lunes, 6 de julio de 2009

Onetti o la pantalla que sostiene los deseos

Onetti cumple 100 años. Podemos imaginar lo mal que le caería todo el ruido que se hace sobre el asunto, podemos imaginar que le habría pedido a Dolly que no le abriese la puerta a nadie y que se habría encerrado bajo diecinueve llaves a releer a su admirado Simenon hasta que los medios hallaran otra noticia con que llenar sus cuartillas (el nuevo perrito de Paris Hilton, pongamos), podemos imaginar su opinión ante la nueva exhibición del repulsivo oportunismo de Vargas Llosa. Y así. Lo que no podemos imaginar es no aprovechar el pánico para decir GRACIAS. Somos varios los felices desgraciados a quienes la literatura de Onetti nos cambió la vida. (H.U.)

por Fernando Barrientos

Por poco esta nota es sobre el doble centenario de Poe. Por poco Onetti muere en 1956, camino a El Alto:

“[Periodista]-Existe la leyenda sobre tu sombrero agujereado por bala. Se relaciona con tu viaje a Bolivia, en 1956, invitado como periodista por el gobierno para presenciar las elecciones. ¿Cómo sucedió en realidad ese episodio?

[Onetti]-No creo que tenga ninguna importancia literaria, pero igual te lo cuento. Fue camino hacia El Alto, donde por razones que no recuerdo votaba la aristocracia o por lo menos la gente contraria al MNR. Íbamos en el auto de la embajada uruguaya […] cuando un campesino, que había resuelto que nadie pasara a votar a El Alto, nos tiró un tiro. La bala podrida pegó atrás, en la valija del coche. […]

[Periodista]: -¿Y el agujero en el sombrero?

[Onetti]: -Debió ser un fragmento de bala, que me tocó el sombrero. Luego, claro, la leyenda va creciendo, como el brazo de Valle Inclán.”

Si el desenlace hubiera sido fatal en aquel ahora lejano “episodio sin importancia literaria” el mundo sería otro. Si Juan Carlos Onetti hubiera muerto en esa época casi prehistórica, previa al exitoso estallido publicitario del “boom de la literatura latinoamericana” (pese a que un par de sus textos centrales, suficientes para hacerse lugar en el estante literario de cualquier tiempo e idioma, Los Adioses (1950) y La Vida Breve (1954), ya se habían publicado sin mucha repercusión) no hubiera sido reconocido, y su obra se leería aún menos de lo que se lee actualmente (incluso la obra de muchos artistas tampoco sería hoy la misma). Cualquier acontecimiento, importante o frívolo, opacaría la discreta celebración del centenario de su nacimiento. Nunca sabemos cuáles son los hechos importantes y cuáles nimios sino hasta mucho después. Si Onetti hubiera muerto aquel lejano domingo de elecciones muchos seríamos otros lectores, no tan afortunados.

Algunos podrían espantarse con las exigencias de espíritu que demanda leer la mayoría de las narraciones de Onetti, pero también podría ahuyentarlos la atención casi obsesiva que se necesita para acceder como se debe a esos arrebatos de intensidad en la construcción de la frase, siempre complejas, elusivas; misteriosas primero, reveladoras luego; en los laberintos de la trama, en la apuesta por probar, sin temor, otras opciones formales. Pruebas de fuego para la paciencia, la inquisición, la relectura. El dominio del estilo perfecto con apariencia de abandonado. En una trinchera así se pueden formar lectores guerreros.

Justamente La vida breve se presenta como una novela ambiciosa, experimental, adelantada para la época. En ella la necesidad de simbolizar el vacío de la vida cotidiana concluye por dar vida a una ciudad. El deseo es tan poderoso que no sólo se hace real, sino que también se adelanta al porvenir, modifica la percepción del tiempo y la ‘realidad’ (absurda, inestable y fragmentaria) es contaminada por la fantasía. La ficción invadiendo, cambiando de sentido la realidad. “Sentí que despertaba –no de este sueño, sino de otro incomparablemente más largo, otro que incluía a este y en el que yo había soñado que soñaba este cuento-.” ¿No es acaso claro que cuando Brausen se corta el pecho frente al espejo parece intentar obligarse a sentir, a salir del sueño, devolverse a sí mismo a la realidad? Igual que la voz de la Queca en el departamento de al lado, la ficción se filtra por todas las grietas de la vida cotidiana. La vida breve es una novela sobre los ruidos del mundo que afectan a un tímido prospecto de escritor, Juan María Brausen, empleado de una empresa de publicidad que asume el nombre falso, la violenta y activa personalidad, de Arce. Un texto que habla del dinero, la disciplina y el deber, sobre las renuncias y las esperanzas. Sobre pequeñas vidas, pequeñas muertes, pequeñas resurrecciones. Sobre el poder de la fantasía, sobre la capital importancia de los sueños. Sobre los múltiples costados, los confusos pliegues de la identidad.

Es un logro evidente crear una geografía reconocible, un espacio propio, el mito de Santa María. Pero más inaudito, más osado me resulta que ese sujeto desmembrado que intenta narrar, que sufre una mutación constante de su identidad (Brausen-Arce-Onetti) propicie con su deseo constante, con sus frustraciones, el funcionamiento de una ciudad y de sus habitantes. No sólo ‘yo soy otro’ sino ‘yo soy una multitud’ o mejor, peor, más allá, ‘yo soy una ciudad: Santa María’. “[…] Mirar hacia Santa María, pensar que todos los hombres que la habitaban habían nacido de mí y que era capaz de hacerles concebir el amor como un absoluto, reconocerse a sí mismos en el acto del amor y aceptar para siempre esta imagen”. La gente en la ficción es más ‘verdadera’: “más limitada y más fuerte tal vez”. Brausen se convierte en Arce (un doble capaz de hacer lo que Brausen no se atreve: visitar a la Queca) y la vez este Brausen nuevo puede escribir, dar vida a Díaz Grey. De pronto la ciudad ya hasta tiene un pasado remoto, (el lejano cañonazo aún impreso en la iglesia de Santa María) que fue tomando forma y materialidad casi desde el estado de latencia. La respuesta al encargo de escribir un guión para una película, se le escapa de las manos. Una mínima visión (la imagen de un médico en un pueblo) en un momento lejano de su vida, cuando aún no había sido enriquecida, atormentada por la ficción. Las vivencias y los recuerdos entretejidos con el presente, en el cual su mujer Gertrudis se recupera de una ablación de mama.

Para Onetti la mujer es un intermedio entre una dama y una femme fatale, un imposible que además debe ser una niña, al menos de espíritu. Sujetos convertidos en cosas, moldes pasados en los cuales aprisionar el siempre oscuro objeto del deseo. “Una mujer que se anticipe a nuestra fantasía y demuestre que la realidad la supera”. Sin embargo, siempre narran varones, aunque las historias estén sostenidas, protagonizadas, provocadas por mujeres. La masculinidad en Onetti es la del tipo duro y silencioso, a la Bogart. La masculinidad dura en conflicto con las actuaciones liberadoras o castrantes: voces de hombres duros que se quiebran cuando desaparece una mujer. Otra recurrencia son los hombres que se preparan para crear algo: Ambrosio/Malabia, Brausen/Arce, Eladio Linacero, etc., sólo pueden esperar como Newton, los azares de la contemplación. Onetti escribió mucho para alguien que no podía someter su escritura a ninguna disciplina. A diferencia de otros escritores del boom, Onetti no puede escribir como un profesional, con horarios y esas cosas. Su ardor no pudo ser sometido a una ley así. Escribía por ataques, dominado por las leyes de la pasión, cuidando todos y cada uno de los detalles, entregándose por completo a la historia. Sin remilgos, Onetti le cuenta al español Soler Serrano sus discusiones con Vargas Llosa sobre la disciplina de la literatura: “Yo le decía, es que tú, Mario, tienes una relación conyugal con la literatura. Tienes que cumplir de tal a tal hora. Yo tengo una relación de amante: cuando tengo deseos de escribir entonces escribo, locamente, absurdamente, lo que sea.” Brausen dice muchas veces que necesita escribir para salvarse. Y la creación de Santa María parece ser la coartada perfecta, el mejor escondite. Brausen-Arce escapa con Ernesto (otro amante de la Queca) a la patria del deseo, donde todos podemos eventualmente asesinar por amor.

***

Así como Borges se terminó de quemar los ojos leyendo en un tembloroso tranvía La Divina Comedia, Onetti se suicidó las piernas pasando los últimos de su vida tendido en una cama, sólo ocupado en leer novelitas negras. Lector activo y atrevido de Faulkner, Conrad, Joyce, Céline, Arlt, Sartre, Calderón. Y por supuesto Cervantes. La influencia delatora de Faulkner es uno de los clichés más conocidos sobre Onetti. En varias entrevistas confesó sus lecturas tempranas y formadoras (en la revista Sur) pero sólo acepta su evidente influencia en Para esta noche. Faulkner como catalizador de gestación de distintas escrituras, de distintos territorios imaginarios. Lectores de especies distintas. Gabriel García Márquez extrapola y fabrica la postal exótica de Macondo, con sus añosas genealogías y sus argumentos mágicos. En cambio Onetti proyecta un modelo neutro (Santa María como la típica ciudad latinoamericana en transición que se debate entre el antiguo modelo agrario y un incipiente industrialismo) donde se pueda representar sin las trampas del exotismo, pero con originalidad, temas universales como el sufrimiento, el amor y la muerte. Pero sobretodo Onetti aprende de Faulkner a desacelerar los relojes, a profundizar la mirada en los detalles del flujo de la conciencia, a otorgarles voz a narradores que no terminan de entender que está pasando.

También aparece Onetti como modelo de escritor. Además de formar a muchos como lectores en esa comunidad imaginada que es Santa María, muchos otros, conmovidos por el misterio de la belleza, impelidos por la necesidad de expresión, aún intentan escribir “usando los tonos que adquiere Faulkner traducido por Borges con lo cual, sin querer, el relato sonaba a una versión más o menos paródica de Onetti”, como dice Ricardo Piglia, más bien Emilio Renzi, en las primeras páginas de Respiración Artificial (para luego pasar inmediatamente a citar, distorsionando, el inicio de Para una tumba sin nombre) En esa época yo creía que solo se debía escribir como Onetti (con ese estilo, digamos). Hoy ya no soy tan supersticioso y estoy seguro que hay muchas formas posibles de escribir, todas válidas, todas a disposición para ser aprovechadas. Además a estas alturas quién sabe: lo ‘malo’ de hoy tal vez sea lo ‘bueno’ de mañana y/o viceversa. En muchos relatos onettianos (La vida breve, Cuando entonces, Para una tumba sin nombre, La novia robada, entre otros) la escritura o el intento de rearmar un relato se asume como un hecho que posibilita un mínimo de salvación. Y es que si no es posible una expiación que nos redima, tal vez podamos vencer las batallas cotidianas tratando de entender la vida, narrándola.

***

Los fantasmas no existen, pero todos hemos visto alguno. Ricardo Piglia tiene razón, refiriéndose al notable caso de Los adioses, en formular la relación entre nouvelle (es decir un hipercuento) y un narrador enfrentado a narrar, a descifrar un secreto, que nunca llega a ser revelado del todo. Y, acertadamente también, dota de un nuevo pliegue interpretativo a esas escasas pero intensas páginas: Los adioses como una historia de fantasmas (es decir como una respuesta a los procedimientos de Henry James). Una nouvelle oscura, densa, inolvidable. Los Adioses pone en jaque la seguridad del narrador y del lector. La ambigüedad, los datos confusos y contradictorios. Como mirar a través de un vidrio empañado. Ciertas cosas sólo se ven si uno está demasiado cerca. “[…] Los efectos son infinitamente más importantes que las causas y éstas pueden ser sustituidas, perfeccionadas, olvidadas.” Lo que sabemos de los otros a partir de percepciones distantes, con eso se va construyendo el relato. Así, en este cuento que alberga muchos cuentos, contados muchas veces, Onetti pretende encontrar la traición más baja, más perfecta. La traición, igual que en Arlt, como un homenaje asesino al amor.

Los narradores intentan entender una historia. El trabajo de armar con pedazos los restos de una historia es el nudo central del relato. El marco del relato oral: ‘te voy a contar una historia’. Estos narradores, dice Piglia, se interesan por las historias de los otros por algún motivo personal, porque ellos también están viviendo alguna historia. Narradores que narran para entender la historia pero también para entender sus propias vidas. Avanzando, como en la vida, entre la duda y la aparente certeza. Díaz Grey, el narrador más importante en la obra de JCO luego de Brausen, una especie de conciencia moral de la vieja guardia de Santa María (en este caso una Santa María más rural) narra en Para una tumba sin nombre, desde su sitial entre los notables veteranos. Díaz Grey toma una posición de testigo y cómplice de la historia referida por Jorge Malabia. La historia de una muerta, ya sepultada pero aún viva en el relato. Lo que no se puede enterrar no es el cuerpo de la mujer, sino el sentimiento, imposible de clasificar, que despierta la historia de la mujer y el chivo. La pasión, la piedad, la repugnancia. El misterio del amor es la verdadera historia de Rita y el chivo.

A veces hay que volver al pasado, sin importar el impuesto. En un gesto casi tan escandaloso como los de La vida breve, La novia robada, Dejemos hablar al viento, etc. (la ficción que sale al encuentro de la realidad, la invisible frontera entre ambas) en Para una tumba sin nombre podemos observar a Díaz Grey extender su versión, el cuento que ha escrito sobre el relato de la mujer y el chivo, para que lo lea, como antes nosotros, Jorge Malabia, implicado en la historia. Malabia luego de leerlo le dice que adivino todo, que así fue como sucedió. Pero es mentira. En Para una tumba sin nombre lo latente se expresa en el detalle de la indeterminada llegada del verano: lo agonizante no termina nunca de morir y no nace jamás lo latente. Igual que en *Cuando entonces y Los adioses, en Para una tumba sin nombre se abandona la posición sesgada de un narrador en primera persona que no termina de entender del todo la historia que va narrando (por falta o contradicción de datos, por oscuridad o perfección del misterio) y se recurre a otras versiones, a otros narradores. La imagen casi diabólica del enigmático sucio chivo blanco. “era una mentira, continuó siendo una estimulante mentira durante toda la historia […] era el símbolo de algo que moriré sin comprender; y no espero que me lo expliquen” La historia misma de Para una tumba sin nombre es una historia ejemplar acerca del arte de narrar, sobre la imposibilidad de conocer una historia, sobre los misterios de la construcción de un relato. A Onetti le importaba por sobretodo la mirada y el punto de vista por sobre el argumento o las maneras ingenuas de resolver los problemas que plantea la representación. Esta temprana lucidez se expresa claramente en la frase de Eladio Linacero, en El Pozo: “Se dice que hay varias maneras de mentir, pero la más repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad, ocultando el alma de los hechos. Porque los hechos siempre vacíos, son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene”

***

En franco autosabotaje, Onetti escribe casi de un tirón El astillero, interrumpiendo la escritura ya avanzada de Juntacadáveres. El Astillero se escribe y publica antes que Juntacadáveres. Aunque en la cronología de los hechos que se narran el orden es inverso. Así en Juntacadáveres se percibe también la relación de derrota en la constitución del proyecto perfecto. En El Astillero Larsen está muerto desde el principio, solo avanza a la confirmación anhelada del fin, “hasta el día remoto que su muerte dejará de ser un suceso privado”. Es como si en ese doble final Larsen muriese brutalmente para nosotros los lectores y confirmara las sospechas que va soltando poco a poco a lo largo de la novela. "Llega el momento en que algo sin importancia, sin sentido, nos obliga a despertar, y mirar las cosas tal y como son".

Siempre las causas perdidas, proyectos imposibles como los cien días perfectos del prostíbulo de Larsen en Juntacadáveres. Igual que Brausen, Larsen tiene varios rostros, varias identidades: Carreño, Larsen, Juntacadáveres. Máscaras para asumir mejor el absurdo de vivir. Un baúl lleno de sombreros. Las dos caras de la desgracia: el sueño casi realizado de Juntacadáveres y la imposibilidad en El Astillero. La ilusión y la desilusión. Larsen se narra a sí mismo la historia que ha vivido en Juntacadáveres para entender la narración y el sentido que encuentra en invertir la negación de Santa María, imaginar que Santa María no existe y todo así adquiere sentido, un sentido inexplicable, pero tan real como la propia existencia de Larsen. De Díaz Grey, Larsen ha aprendido que para salvarse en Santa María hay que volverla a imaginar, reinventarla, que no hay que conformarse con la versión del Dios Brausen. Pues, así como podemos escapar de la realidad hacia la patria de los sueños, también podemos alterar los recuerdos hasta cambiar el pasado (el letrero de “Escrito por Brausen” en Dejemos hablar al viento). Al fin y al cabo la realidad de Brausen es también sólo una versión. “Qué cosa tan extraña es el recuerdo, el mecanismo de los recuerdos. Simples remedos de la realidad. Falsos, artificiales y tristes remedos. Cultivar los recuerdos queridos, los que un día han estremecido a uno, es un acto sacrílego. Una tarea intelectual inferior. Es necesario agregar muchos elementos extraños al recuerdo mismo para que éste alcance apariencia de cosa viva. De lo contrario, no se llega a obtener más que una vaga imagen, velada y borrosa como en un ensueño.”

No sólo conocemos una ciudad y algunos de sus corazones solitarios mediante la saga de Santa María. Al leer La vida breve, Los Adioses, Juantacadáveres, El astillero, La muerte y la niña, La novia Robada, Dejemos hablar al viento, etc., accedemos a zonas de nosotros mismos que no sabíamos que existían. Lugares sombríos donde también puede alojarse el amor. Tratando el dolor con la frialdad de un médico, Onetti nos enseña que la escisión amor/muerte es tan falsa como la división forma/contenido. Onetti enseña que sólo es posible el realismo si está contaminado de fantasía, en constante cuestionamiento de las apariencias, del paso del tiempo, de la creencia en la ficción. Que toda locura tiene algo de razonable. Que las palabras son más poderosas que los hechos, que el amor triunfa sobre la muerte, que los sueños son más reales que la realidad, que las verdades se construyen lentamente, muchas veces con mentiras piadosas. Onetti nos enseña además algo fundamental e imprescindible, que a estas alturas Brausen, Santa María, todos ustedes, yo mismo, deberíamos saber: “[…] que todo es inútil y hay que tener el valor de no usar pretextos”.

La mirada como tema central en ese cuento perfecto llamado “Esbjerg, en la costa”. En esa pequeña obra maestra Onetti revela que la mirada es determinante a la hora de construir un relato: la mirada capaz de ver lo oculto, lo invisible. Todos miran algo en este cuento: el narrador mira la historia ajena (esa pareja de amantes hermanados por la desdicha) de la que casi se apropia por piedad (al inicio el narrador se alivia de que no les llueva), Montes mira algo extraño en Kirsten (el sueño de ella, que Montes acaba soñando, y Kirsten ve los barcos que zarpan desde el muelle, desde que empiezan a moverse hasta que ya son tan pequeños que no vale la pena seguir viendo. Onetti. Esa historia mínima, casi invisible demuestra porque la mirada de Onetti sigue siendo una forma influyente en muchos escritores. La mirada chueca, desviada, sesgada que otorga la piedad. Sólo con pasión podemos hacer que se revele ante nuestros ojos lo invisible.

25 comentarios:

Marco dijo...

Sobresaliente camarada, lo mejor que han visto mis ojos en meses.
Habrá que prepararse para leer de verdad a Onetti.
Un abrazo.

Editorial El Cuervo dijo...

:
se agradece kerido Marco. hubiera kerido ke saliera algo mejor, pero solo sale lo ke se puede.
si, hay ke prepararse para leer a JCO, guarda enormes sorpresas.
abrazos

Javier Rodríguez dijo...

No te hagas al humilde, Fernando, que está brutal esto. Genial el artículo. Seré el tercero en repetirlo, pero Obliga a volver leer a Onetti -y a leerlo en serio-, pues uno tiende a sentirse demasiado poco lector frente a textos de este calibre.

Como errata hay que añadir que la versión original del texto era todavía mejor. Una proeza literaria, que aquí aparece en una versión más lineal y ajustada al formato expositivo de la prensa. La versión original-original ni me imagino cómo es. Postea pues esa, Fernando.

De nuevo, gran gran gran artículo. Un lujo haberlo tenido en "La Ramona". Te pasaste.

Un gran abrazo y ya nos vemos,

JG dijo...

Te volaste la barda, Fer.
Por esas cosas, leyéndote me acordaba de cuando recién nos conocimos. Te habías soñado con Onetti. Un sueño (¿realizado?) de lo más delirante, que involucraba un cigarro que tenía un alambre camuflado entre el tabaco --y cosas así, contra las cuales los sueños de Tony Supremo (o los de Hank Moody) quedan como juegos de chavales.

PD. Ay, qué lindo es pasar por aquí cuando Frank está en fuga, tratando de escapar de la justica escandinava.

PD. De todas las escenas onettianas, uno-que-yo-me-sé mataria por el video del encuentro con JLB, mediado por Monegal.

Julia Peredo Guzmán dijo...

Hermoso texto, da cuenta de todo un recorrido apasionado, de arribos a lugares invisibles visitados en profundidad. Muy difícil leer a Onetti y no caer en su trampa, tener claridad en medio de la neblina, decir algo real, genuino, reconocer ese filtro que hace que uno deambule perdido en las calles grises de Santa María.
Claramente, lo que se puede en el caso tuyo es mucho.
Corolario:
1.Con esta manía de coleccionar citas redundantes, esto de los límites borrosos, de lo compulsivo de la ficción me remonta a Pavese: "Un sueño es algo menos nuestro que un relato compuesto por otros, porque nunca al escuchar somos tan pasivos como cuando soñamos. Y, sin embargo, es indudable que el sueño lo creamos nosotros."

(2. (A propósito de tu indagación citadina sabrás, tú que lo tienes fresquito, si te digo algo o estoy hueveando olímpicamente:

Subrayo del texto: Santa María (pesado nombre) entre lo agrario y lo industrial: la niña imposible, la mujer entre la dama y la femme fatale. Sumaría: la muerta. Lo q me intriga es la posible relación entre esta mujer, la ciudad ficticia y la memoria: algo me remite desde la propia memoria esquiva a la última escena de La Vida Breve.))

V. dijo...

Muy bueno el artículo. ¿Da para pensar, no? Si uno fuera un detective o uno de esos investigadores de escenas de crímenes podría encontrar en la obra de O´Nety un terreno más que fértil. Claro, por eso de que su adn se encuentra por todas partes, en cada una de sus células.
O sea que es muy perceptible el hecho de que hay una corriente mayor que domina su escritura, un influjo que lleva a sospechar que en ella hay mucho de orgánico, algo que sobrepasa la creación de ese territorio ficcional que es Santa María. Quién sabe, tal vez la modernidad, la continua construcción y deconstrucción de historias, ese enorme gesto de Faulkner que aquí se rescata tan bien sobre la parcial o total
ignorancia (o incluso franca posición subversiva) de los narradores respecto a lo narrado, etc.

Después de leer el artículo de Fernando habría quizás que preguntarse, ¿la escritura de Onetti, su obra, funciona también como deconstrucción de sí misma, es mecanismo que desarma en un segundo paso lo armado con el primero e, incluso, que arma y desarma en un solo paso?

En Onetti el yo parece no saber bien quién es. Sospecho así íntimas conecciones entre, por ejemplo, De la Gramatología y Para una Tumba sin Nombre, ese colmo del autosabotaje narrativo que a la vez funciona casi como manual del escritor pasional y puntilloso, obsesionado casi con el hecho de narrar y confundir, seducir y borrar.

Muy lindo homenaje en el 100 aniversario. ¿Ja, quién hace ahora el de M.J.?

sebastián

Editorial El Cuervo dijo...

les agradezco a todos por la onda che! como no ibamos a saludar a un heroe tan caro pa nos como JCO si nos enseño (y nos sigue enseñando) tanto
1)esto es una version breve de algo ke se llama "el posible onetti (JCO y este ke soy)" ke es una lectura personalisima, hecha para ser leida en publico (un subgenero complicado). los amigos de La Ramona lo publicaron el pasado domingo (gracias como siempre). pero ademas esto es una version arreglada y cortada por javier rodriguez que se encargo de poner un poco de orden en mis intervenciones (gracias javier!!!: sos mi pound, mi herralde, mi titinger, etc. sos el superchico de las manos de tijera). te pasastes Muso!!
2)claro Juanci ke me acuerdo(la version original esta dedicada a vos, con guiño onettiano y todo. ya sale pronto por otro lado) lo loco es ke yo tambien me acordaba eso de mi sueño y zas! pillo algo medio parecido en un cuento (la cara de la desgracia, creo): me soñe algo ke lei!, incorpore a mi memoria un texto de ficcion!. asi nomas habia sido. che! en serio hay video de ese titanico encuentro??? te imaginas ver y oir "ke le ven al coso ese" in situ!!??
3)Negra: lindisima cita pavesiana!
no se si yo mismo no cai en la trampa de JCO: ahora tengo mas preguntas ke certezas sobre el caso. una interpretacion catalizadora esa sobre city, memoria y mujer: es cierto: varias veces se narra la historia de una mujer y su papel en la gran trama santamariana: el caso de Para una tumba sin nombre o la novia robada. habria ke seguir indagando pa dar forma a esa idea.
4)Sebastian: intente cuando era muy nene comerme de la gramatologia y no lo logre (pero ando haciendo lo ke no podia antes asi ke espero pronto entrarle). pero si, totalmente: es como dices: en PUTSN todo, TODO, esta centrado en el arte de narrar, en la representacion, en el punto de vista, en las versiones, en la mentira, no?? y eso de ke le de a malabia el cuento y ke se lo critike es ya casi el colmo, no? y todo por una escena de una mujer y un chivo (hasta hay una parte ke es como una autoironia consigo mismo, no?: dice, como refiriendose a el mismo, ke Malabia es mal narrador porke se demora mucho, porke ama mucho lo ke narra). como recien ayer enterraron a MJ (una historia complicada como la de la mujer y el chivo) no se kien se animaria. pero kedas invitado a intervenir como, cuando y sobre lo ke kieras Sebastian.
un abrazo para todos

JG dijo...

sí, sí, Julia, estás hueveando olímpicamente. ja!
ahora en serio: ¿cuál es tu personaje femenino favorito en la obra de JCO?

sobre el asunto de MJ. ¿qué tal si esperan cien años para ello? por favor, sean piadosos. y si Lady Di devino santa post-mortem, ¿qué nomás harán de Aquel-Que-Gustaba-De-Caminar-Para-Atrás?
en fin. vaya una ronda de "Juguito de Jesús" para todos.
(paga la casa)

tiendo a recordar mucho esa parte de los diálogos con la Gilio cuando JCO habla del "lolitismo". mejor dicho: cuando exhibe su lolitismo como una de las bellas artes. y lo baja de un tinkazo a Nabokov: O' Nety (¿cómo era ese asunto?) dice que Nabito no sabe nada del lolitismo porque permite que Humbert Humbert posea a Lolita lepidóptera. tras apenas poseerla (perdónese el arcaísmo), dice el Brausen de Brausen que Humbert la cancela como Lolita --puesto que la hace mujer.
parece que tiene razón. entre otras evidencias de índole empírica, la novela es como que se acaba justo después de aquella transacción, ¿no?

PD. ¿alguien sabe dónde y cómo se puede conseguir El dirigible?

Editorial El Cuervo dijo...

:
en el pakete adjunto El Dirigible. peli ke tiene dialogos en frances, uruguayo y un monologo en chino (y musica de Cabrera). es un I'm not there onettiano, es.
si, como dice Sebastian, JCO conto alguna vez ke era de origen irish: o'nety.
claro che, el lolitismo de onetti es radical.

Julia Peredo Guzmán dijo...

Jajajajajaja, Juan! Estaba esperando que alguien me dé esa sincera respuesta…jijiji.
Lolitismo particular pero, sus lolitas están más cerca de las enfermeras de kundera que de las de Fellini, creo. Y destrozadas también, no hechas mujeres, pero de maneras más violentas (más O’níricas…jiji).
Entre las chicas Onettianas, mi favorita es esa que casi no está en la vida breve (la esposa, de cuyo nombre no me acuerdo) por motivos pelotudamente personales: me dieron un diagnóstico que me anunciaba un final parecido el momento en que leí la novela (después se confirmó lo contrario: laboratorios de bajo presupuesto) lo que me movió del terror autocompasivo al sano sarcasmo (esa no se la espera nadie: Onetti como libro de autoayuda, jajaja).
Mi experiencia con de la gramatología es idéntica a la del Fer: la tengo ahí, en el estante, amenazando. A todo esto, es hermoso (recurrente mi adjetivo che, pero así nomás es) lo que dices, Sebas, de la de/construcción de O’Netty, acaso muy relacionada con esta su traición enarltecedora que está ahí en el texto. Tenía una cosita Arlt/Onetti/DiBenedetto que justo iba por esos rumbos al tratar de refutar su calificación de “existencialistas rioplatenses”: hay un sentido muy profundo, muy verdadero en el hecho mismo del autosabotaje, del suicidio, del asesinato mediado que acaba siempre revelando lo que no puede. Con esto y con las lolitas hasta se puede cortar tela biográfica (ante el espanto de nuestros maestros): Cuatro matrimonios dos de los cuales son primas suyas, el encierro, la inmovilidad como una acción de destrucción.

¡¡Gran Onetti carajo!! ¡¡100 años después!!

salud, salud

JG dijo...

ah, mirá te gusta Gertrudis.
pensé que ibas a mencionar a alguna de tus tocayas. la Julita Malabia, por ejplo, que se suicida vestida de colegiala en Juntacadáveres.
ahora, a mí la que más me gusta es la Moncha Insaurralde. qué personajón. no sé bien si es gusto adquirido, pero: culpa de Josefina Ludmer quien en su impresionante, insuperable estudio de JCO dedica un aparte para analizar la forma en que Onetti se chorea el "A rose for Emily". el título que le puso Ludmer a su ensayo es, justamente, "La novia robada a Faulkner".
Onetti tenía un mambo muy raro con ese cuento, incluso hizo la primera traducción al español (en el volumen de cuentos de Los aviadores que tradujo la magnífica Aurora Bernardez, la traducción del "A rose" es la de nuestro misógino favorito).
sí, la Moncha es creo el personaje femenino arquetípico en Onetti.
su par varonil tendría que ser Larsen.

sus comentarios gramatológicos lo tienen a JD a los saltitos en su tombe, acaba de contarme por twitter una amiga necrófila que paseaba por Pere Lachaise.

au bientot, gueritos

Unknown dijo...

A Onetti le hizo falta alguien que lo recortara de punta a canto. La vida breve tiene sesenta o setenta gloriosas primeras páginas y luego se afloja que da calambre. Lo mismo o más sucede en sus demás textos de largo aliento. Era mejor cuentista que novelista? Sí, seguramente. Por cansancio y no por otra cosa.

Editorial El Cuervo dijo...

:
a vos te hace falta ke alguien te recorte la lengua y la meta en un cilindro propicio, pseudo woody. si seguis asi te veto for life

Julia Peredo Guzmán dijo...

jajajajaja, gran Cuervo....jajaja

JG dijo...

Vaya una confesión, más bien obvia: me gustan los provocadores.
Fiel a eso, aunque esta vez parezca ser que Woody trata de insertarnos el inquietantemente famoso dedito proctológico, me gusta que venga a sacudir la estantería de idées recues, que no entre sobando lomos ni repartiendo caramelitos y/o gardenias. El hombre tiene algo que decir, viene con los puños llenos de verdades. Tutto bene. Di tu(s) verdad(es) y rómpete, woody.

Hay que conceder, empero, que su gesto es homólogo a irse a pasea por el Vaticano con una polera de un Jesús gay, o invitado a una campaña pro aborto, o postulando a Marilyn Manson como nuevo papa. I kinda like that kinda thing. Repito: me gusta los provocadores. Por eso mismo, una cosa es provocar, sacudir el ambaibo, y otra, muy otra, hinchar las bolas.
Por lo demás, cada lector, cada receptor, es un mundo. Hay quienes hallan en Coelho toda la literatura que necesitan. Y en Juanes toda la música que sus almitas requieren. Me parece bien. Cada loco con su tema.
Botón de muestra de buena voluntad: a menudo pienso que habría sido mejor que no publicaran Cuando ya no importe. La novela casi póstuma. Es muy pobre esa novela, Onetti ya estaba muy viejo, muy estragado por la vida que llevó: CYNI no le hace justicia (menos aún si se la pone al lado de la inmediatamente anterior: Dejemos hablar al viento).

LVB, en cambio, muestra a JCO con toda la leche (es su Blonde on Blonde, digamos --discazo que para varios millones de rockerines es una obra cumbre de la historia del espíritu [se dice que cuando se dio al muere, Prodan se encerró con ginebra y ese disco, y ya no salió más –¿será verdad?], pero conozco gente que se mea de risa de ese disco --mi hermana mayor, por ejplo).

Y como conozco a Don Q, sé muy bien que él no tiene nada de policía [paco, tira, rati y demás sinonimia]. Ni ahí. Es un alma ricottera, caramba! Fernando también lo conoce, no me deja mentir. O sea...

Dicho esto, intrigado y no por ello menos apegado al manual del buen provocateur, me sospecho que Woody tiene razones para avalar sus criterios, que ese coctelito molotov que ha arrojado tiene algo de combustible. Entao, Woody: ¿qué es lo que te parece que le sobra a LVB, por qué? Lo mismo para esos trabajos de "largo aliento" que hallás defectuosos.
Mi opinión es totalmente opuesta a la tuya, por supuesto, tanto así que muchas escenas que dan la impresión de haber sido abruptamente cortadas en LVB reaparecen desarrolladas, complejizadas, aquí y allá a lo largo de la obra posterior de Onetti, como la curiosa escena en que Diaz Grey va a un bar y se encuentra con un grupo de gente que lo conoce a él y él, fastidiado, no recuerda, gente que recién en Juntacadáveres (publicada como 15 años más tarde) sabremos que son Junta, Larsen, etc.
Esto es, que más que sobrarle cosas a LVB, yo diría que le quedó chica. Pero la pelota está en tu cancha de Woody [si me dejás tutearte (je, escena de una peli de tu tocayo Konisberg: Woody se harta de las histerias de una chica y en un último trago de urbanidad le espeta: “discúlpame, ¿te puedo tratar de usted?” ].
Yo, for one, espero tus comments, Woody. Si es que lográs eludir el férreo 4-2-4 de nosso bem-amado Don Q, esto es.

Editorial El Cuervo dijo...

:
sorry por el exabrupto. cada kien con lo suyo, pero esas intervenciones tan lapidarias sin respaldo me dan alergia. y no tolero los antiestaminicos.

Zu lëten dijo...

k despelote, che!! no entro unos días y pasaron un montón de cosas (sabreís que entro y leo regularmente pero no comento mucho). me quedé colgado con el anterior post, tan colgado con pensamientos sobre mi conducta errática, y viendo un tenis de comentarios que no entendía...

felicidades por el texto, fer, recién lo leo entero y me ha encantado. ahora sí me pongo a leer OhNetE!, capaz que de aquí a un tiempo entiendo de k están hablando en los comentarios.

pero bueno, sobre aquel hombre de mi gremio que solía ser "de color", aquel que dijo "dejad que los niños vengan a mí" (que conste que, más allá de la broma, es uno de mis grandes "amores" musicales, y soy uno de los fans que descree de las acusaciones pedofílicas, pues eso me parece en realidad lo más loco del asunto), hay mucho que decir, quizá no en este salón Onettiano, pero en algún otro, no creo que sea necesario esperar 100, aunque seguro que de acá a un siglo seguirá sonando MJ en los tilines (videojuegos, por si acaso), Bjork dijo que cuando ella hace de DJ: "Michael nunca falla". Una cosa es la moda. Por qué suenan hoy los Beatles, Gardel, o el buen M. Jackson? La basura se hace rápido, se consume rápido y se deshecha rápido, como dice Aharonián (también uruguasho). Lo que persiste es importante, lo que pertenece a una generación anterior y es tomado por una generación posterior es importante. Michael Jackson ES importante. algo surgirá...

saludos,

Frank dijo...

Uf, las fuerzas especiales danesas me obligaron a celebrar los nueve días de luto bailando "Don't stop 'til you get enough", "Black or white", "Billie Jean" y hasta "Thriller" (lo sorprendente, me sabía el pasito de todas).
Tenía razón Björk, Mijael siempre funciona. Aún en boites como aquella. Aún hasta el amanecer. Y aún es divertido.

P.D.: ¡Vamos con los tilines! ¿Cuándo una partida de Tekken, Zü? Siempre y cuando no entorpezca tus lecturas Onettianas, yo cojo el guante.

Zu lëten dijo...

pues debo admitir que con los años mi afición tilinera se ha dirigido casi exclusivamente a juegos de fútbol, como winning o fifa, que me encantan. así k le pegamos un winning cuando aparezcas por estos lares.

Todos nos sabemos los pasitos! Yo puedo contar a futuras generaciones que he visto al señor Barriga (o don Julio, si prefieres) bailando BAD en la sala de mi casa, tras unas cuantas cervezas y Biskis.

Lo que pasa, pienso yo, es que MJ se animaba a hacer ciertas cosas que no nos animamos a hacer los demás. El hombre era en verdad un niño jugando a ser zombie, gangster, pandillero, etc. Pero un niño grande, que jugaba EN SERIO (recuperando la seriedad con la que jugabas cuando eras niño, como dice Nietzsche), que recurría mucho a agarrarse las bolas al bailar... creo que eso era porque se entregaba totalmente a lo que quería hacer, era un baile que venía de la pelvis misma, tenía algo de surrealista, era un "ridículo" tan auténtico que tenía un impacto espiritual único, a nadie podía no gustarle. Todos querían ser MJ, incluso Barriga.

http://www.youtube.com/watch?v=kZhZrdrPISU&feature=related
EN ESTE BILLIE JEAN TODOS QUIEREN SER MJ

http://www.youtube.com/watch?v=s7MmEMrCRfc
EN ESTE BILLIE JEAN BAILA MEJOR PERO NO SE VE A LA GENTE

bueno, no sigo interrumpiendo la charla onettiana (si es que Woody (Harrelson?) continúa)
saludos,

PD: a JG le dejé unos links de Maslíah, un poco atrasados, en el post de Dylan que hizo Javier.

Unknown dijo...

Pasé diez días abominables en lugar al que no quiero volver jamás. No había conexión. Y ahora no dispongo del tiempo necesario para lo que JG me solicita amablemente (el Cuervo y los otros parecen viejas beatas). Respeto a su Dios. Lo admiro y también fue importante en mi vida de mierda. En las distancias breves es sin duda mejor. Los adioses y Para una tumba sin nombre son su cima. Esos dos libritos y varios cuentos. Cosas más largas lo dispersan, se repite, se empantana. Se pierde en párrafos que no sirven, se engolosina con su propia escritura, pierde de vista a los personajes. No estoy diciendo nada del otro mundo. Así que no se ofendan tanto. Si mis días fueran diferentes, prepararía otro tipo de respuesta más fundamentada. Pero no me lo puedo permitir. Saludos a todos.

Unknown dijo...

Por lo demás, deberían sentirse aludidos de una vez por todas (por el bien de la literatura boliviana) por los recurrentes comentarios del Pope Ferrufino, que contraatacó por enésima vez.

Unknown dijo...

Textual: Parece existir una corriente de literatos nuevos en Bolivia cuyo desdén por la vieja literatura carga visos de
ignorancia.

Frank dijo...

¡Qué lindo que no soy literato, ni boliviano, ni de la nueva generación, papi!

Soy un forofo del Winning Eleven, simplemente. Casi un Opa Juanoncho, seguro, a los ojos de Claudette.

Sufrirá ante mi Barcelona, Zu Lëten. Sufrirá como Woody leyendo a Onetti. Sufrirá como el Fierro leyendo a los ignaros nuevos autores nacionales. Sufrira como vieja beata viendo una peli de John Waters. Sufrirá como el hijo del Baldi pateado por el Romulo Alaca. En fin, será hecho pomada.

El cuervo dijo...

:
ya, todo bien Woody. tengo mis dias malos como todos. sorry si me puse histerico. igual no me alcanza lo ke decis de los supuestos excesos onettianos: chekea por ejemplo el cap. llamado Naturaleza Muerta en LVB, ah?
sobre la supuesta alusion de ferrufino veo tan solo otro episodio de la kerella antiguos/modernos ke gravita siempre sobre nuestras cabezas. una ficcion mas, digamos. me muero de curiosidad por leer su novela. algun rato ya. ve, hoy estoy en safe mode zen.
vaya Frank hoy esta mas raro ke de costumbre, y eso es decir mucho

Papeles de Santa Rosa... dijo...

Inefable....