martes, 29 de julio de 2008

La Sobrina de Julio Barriga

En este original aporte, tomado de nuestros amigos de Diseccionando a la Musa Perdida, (críticos lúcidos y lúdicos) se aborda la obra de Barriga con generosidad y plena de referencias felices. Salud!


Javier Rodríguez C.

Me habían dicho que Julio Barriga era un poeta punk. También había escuchado de su amor por Bob Dylan, por Genet o Huysmans –escritores ellos en los que eso de “ser poeta no para escribir versos” se hace tan cierto–; supimos igualmente de sus **Versos perversos** y de los celebradamente desaforados volúmenes de aforismos que ha publicado –deliciosa pero escasa muestra de una cosecha enorme, que cotidianamente circula sus conversaciones–, por lo que la oportunidad de presentar su reciente poemario **Cuaderno de sombra** en Cochabamba, era un honor y una estupenda oportunidad para conocer de cerca al gran poeta tarijeño. Así fue que nos complació acompañar a Barriga durante su breve pero “anárquica e invariablemente espirituosa” estadía en nuestra ciudad.



Es éste último libro suyo el que mayor atención ha merecido, tanto del público como de sus pares literarios (**vinosaurios** y pupilos por igual), y no ha faltado el que se animó a ubicarlo como su “primer (gran) libro”, ignorando los cinco que publicó previamente el tarijeño. Efectivamente se trata de un trabajo que encuentra a Barriga consolidado y finalmente dispuesto a aceptar su rol como poeta y heredero de Roberto Echazú –desparecido escritor tarijeño, amigo del de Cinti y uno de los mejores vates que tuvo Bolivia–, y que cuya ausencia otorga aún mayor complexión poética al libro. Pues por Barriga, y con Barriga, Echazú alcanza –diría D.H. Lawrence– “esa exquisita finalidad, esa perfección que pertenece a todo lo lejano”. **Cuaderno de sombra** también es el primer libro editado por un prometedor emprendimiento literario nacional: Editorial “El Cuervo”, dirigida por Fernando Barrientos, quién ha declarado que ésta novel casa editorial nace y se formaliza a partir de la idea de publicar **Cuaderno de sombra**, primero, exclusiva e ineludiblemente, haciendo del proyecto una “bestia de dos cabezas”; pues era imposible, dice Barrientos, pensar en la editorial sin el libro de Barriga, pero ya hoy lanzado ésta va por mucho más, precisamente gracias al sentido adquirido al atravesar el umbral de la mano de **Cuaderno de sombra**. Entonces, a continuación presentamos algunas percepciones –una simple lectura– del último poemario de Barriga, que fuera presentado en nuestra ciudad el pasado jueves 24 de julio y que compartimos con ustedes ahora.


Y aunque no es ni Kathy Acker ni John Cooper Clarke –es ridículo traerlos a colación ahora, mas esto de “poeta punk” obliga– creo es más lógico (aunque tal vez no menos aventurado) encontrarnos con Barriga desde la letra de “Walt Whitman´s niece”, una gran canción de Woody Guthrie que supieron completar los estupendos Wilco. Dueña de una imprecisión poética tan simple como potente, me suena definitivamente a Julio Barriga y (algo de) su obra, y me sugiere incluso el título para el presente comentario. Y puede no ser un despropósito tan grande unir a Whitman con Guthrie con Barriga y Wilco (también he sentido a Barriga con su “Handshake drugs”, pero ese es otro asunto), pues el puente entre todos estos poetas/músicos/artistas está en Bob Dylan, quien sabemos inspira también al tarijeño, y que late en múltiples formas (metatextuales como textuales) en sus versos. Esto es evidenciable en **Cuaderno de sombra** en aquel poema que comienza diciendo “déjenme ésta forma de estar/como si no estuviera”, como en varios otros pasajes del mismo libro. Excusada esta licencia, continuemos con la lectura.
“Ser poeta como una forma que te ofrece/ la vida de no ser en absoluto” escribe Barriga, encontrándose –tal vez– con el Thoreau que decía que “El arte de la vida, de la vida del poeta, es hacer algo sin tener nada que hacer.”, asentando al mismo tiempo el espíritu de éste su poemario, que vuelve incansablemente sobre la idea de la poesía y el lugar del poeta; describiendo el “método” de su escritura y la razón por la que se ha lanzado en este camino: “Un extraño día en Julio/ cuando tan sólo podía volverme loco/ tallando la sonrisa de la felicidad imposible.”. Igualmente rondando la idea del poeta y su “musa solitaria”, Barriga sigue buscando su **telos** como un ejercicio de soledad (“Solo en la posesión de mi abandono”), y consigue conjugar el silencio de Echazú con su propia y sempiterna soledad, pues ya ambas se han convertido en una sola cosa, la misma y completa expresión poética de un anhelo común: “Roberto, enséñame a existir./ Mi cueva de Platón es distante de la tuya/ tu mueres mientras yo ambulo y peno/ y tu ambulas y penas y yo muero.”


Un rumor epicúreo (“coronadas de ortigas volubles cori feas”) discurre ahora con naturalidad por los versos de Barriga, que fue forzado al silencio durante mucho tiempo, pero que en el maestro Echazú encontró que el doble aislamiento de su silencio (soledad) era el valor poético que ningún otro encontraba. Esclarecedores en ese sentido resultan estos versos: “el ejercicio de la soledad consiste/ en ir allá donde tus pies te lleven/ y el frío que te permite/adéntrate más en ti y concentrarte/ más cerca de tu núcleo/ ver la peligrosa abstracción en que se convirtió tu vida/ pasearse entre la gente/ ser uno más de ellos/ o tener la ilusión de ser uno más de ellos”. (**ellos**, de quienes diría Barriga en algún otro poema suyo: “seres implacables e imbancables a los que ahora solo puedo visitar en sueños de los que me despierto gritando”). O, “Quedé congelado en la distancia/ entre aves que antes habían sido peces/ seres entre los peces y las aves/ mirándolo todo despiadadamente/ mientras grandes copas se entrechocan en las alturas/ yo soy esclavo de mi metodología.”, fragmentos ambos que confirman una forma de pensarse que ya es categórica en el corpus poético de Barriga.

Es, resonando en ésta frecuencia, que podemos encontrarnos al Julio Barriga “punk”. Y como cualquier intento por sugerir la existencia de tradiciones parnasianistas en Bolivia es un mal chiste, podemos entender en Barriga esa actitud “punk” como el uso característico de una estructura poética usualmente esbelta, sobre la que inserta giros y modos plenamente “antipoéticos”. En el enfrentamiento de una poesía “como medio de ambición”, contra lo pop o **light** que se ha escurrido en el arte poético. “Siempre me las he arreglado/ para llevar una vida de mierda: poesía que no labra/ mansiones de la pureza”, dice el mismo Barriga que en algún otro poema admite estar teniendo “mucho rock&roll con la misma camisa”. Versos “siempre huyendo cinco metros/ por delante de las resacas” o la intención inclaudicable por insertar entre sus poemas lo dicho por otros, de acoplarles a los mismos salidas y resoluciones no esperadas y preformadas a partir de ecos populares, su deseo de conectar afanes aforísticos con sentencias de humor frontalmente sugerido, la voluntad de hibridar su poesía con slogans y rimas en las que se juega el sentido antes que la sonoridad, en formas que aspiran a lanzarse contra la poiesis antes que confluir hacia alguna métrica o canon, hacia algún centro formalista, etc.; a Barriga lo tenemos, demasiado a menudo, recitando mientras se pelea con la tecnología, las madrugadas y los códigos. Y todo eso, está clarísimo, lo hace un “poeta punk”.


Desde una poética cuya voz abandona la autocéntrica definición que tiende a mostrarla como un implacable solipsismo, Barriga le escribe a La Paz y Tarija como solamente Auden (que fue inglés y americano, a la vez que ni una cosa ni la otra) consiguió hacer, pero en su caso con la lengua inglesa como un todo, pues es Julio Barriga “paceño y tarijeño” a un solo tiempo –sin ser, tampoco, ninguno de los dos–. La pujanza de la ciudad alcanza un gran protagonismo en sus versos, que aparentemente es sólo posible cuando ésta –la urbe como presencia conceptual– demarca lo real pero evoca y proyecta más que eso; como cuando John Fante y Rimbaud se pusieron a boxear, en un juego sutil y complejísimo pero difícilmente denostable. “El lugar donde exudo arañas/ y escribo caminando/ o en los colectivos” sentencia Barriga, que lo mismo nos sitúa con sus poemas en Pilaya que en La Pérez.

“Después de un par páginas, ahí estaba/ toda la noche, tendidos y escuchando/ y olvidando los poemas/ Nos había dicho que era sobrina de Walt Whitman/ pero no qué sobrina./ Hace falta una noche y una chica/ y un libro como éste/ y un largo, largo tiempo, para encontrar el camino de regreso.” Woody Guthrie dejó a Wilco algunas de esas líneas en la ya mencionada “Walt Whitman´s niece”, “La sobrina de Walt Whitman”. Al rescatar su oposición y completitud conceptual respecto y a partir de (desde y hacia) su maestro Roberto Echazú, Julio Barriga se (re)asume como poeta y se enfila nuevamente en esa senda de la que muchos fueron descarrilados por incontinencia –ojala tal sea sólo un risible pecado de juventud– o por la irregularidad del que se ha extraviado irremediablemente. Así y aquí, por el contrario, Barriga decide acercarse a la caverna del “Héroe del Silencio”. Y esto nos permite celebrar todavía con mayor regocijo el haber recuperado definitivamente a Julio Barriga, quien de paso está atravesando ahora mismo su mejor forma poética.



Dice Humberto Quino que Barriga nos adentra con sus versos en el perdido reino del lenguaje aniquilado por la revelación. Evidentemente, lo aseguraba ya Alberto Caeiro al decir que el único sentido oculto de las cosas son las cosas, la poesía es inevitablemente aniquilada por la revelación, porque el lenguaje hace que el “doble existir” no sea necesario: decir lo ya sucedido no lo existe. Pero esto no es algo sencillo de observar ni de recrear, menos desde el campo poético, en el que abunda el deseo de imperar con la tozudez del que se conmueve cuando ve el agua corriendo por el suelo inclinado. Decía en tal sentido Valéry que el poder del verso nace de la indefinible armonía que existe entre lo que **dice** y lo que **es**.Y es esto en Barriga doblemente innegable, pues al contrario de lo que sugería Yeats, no tiene él que elegir la perfección de la obra o de la vida, elegir entre **ser** un poeta o escribir versos. Él posee la salvaguarda imposible del que, en un extraño día de Julio, juega con los dados cargados de la nada.

Crónica de la presentación de Cuaderno de Sombra en Santa Cruz

Los dejamos con el texto de la presentación de Cuaderno de Sombra en Santa Cruz y una divertida crónica de la presentación, todo a cargo de nuestro amigo Marco Montellano.



SOBRE CUADERNO DE SOMBRA

Soy sólo yo que me mando cartas urgentes a mí mismo
Julio Barriga


En el año 2004, en la ciudad de El Alto, Julio Barriga publicaba “Versos Perversos”.

he llegado a inventarme nuevos atavismos
buscando con fatiga completa irresponsabilidad verbal
No, no me he equivocado de título a presentar, solo que al empezar el listado me surgió una pregunta. ¿Cuántos libros ha publicado en verdad el quijote de san rock(e)?


Desde “El fuego está cortado”, ese despertar poético a media tarde, hasta Versos Perversos yo diría que muchos, es decir ninguno. Claro, la nota periodística afirmará que empastados/engrampados suman cinco. Quiero convencerme, sin embargo, de que, después de algunas hojas amarillas, con el libro que se terminaba de imprimir en talleres de la Empresa Andigraf, en la ciudad de El Alto, el 19 de julio de 2004, mientras saludaba a los “vinosuarios”, Julio anunciaba con apasionado desgano que había vuelto a la casita familiar/ella como él precoz en la decadencia. Aquellos eran días de maletas. Salía de una Fría ciudad con nombre de trasmundo -que no lo abandonará jamás- y volvía a ese sedacal que es Tarija/ donde la erosión esculpe la poesía de lo prosaico a darse cuenta que, de repente, a la ciudad y a él, racimos de palabras parecían brotarles.


Nombro a la ciudad, a las ciudades, porque en las aristas del poema que escribía Barriga desde 1992 (tal vez antes, según algunos documentos chilenos) hasta el que exuda el 2004, la fascinación por los ámbitos, las calles, la arquitectura y las personas es muy importante en nuestra lectura. Las urbes (La Paz, Mendoza) son más que un espacio geográfico, son los escenarios en los que la poesía transita, se detiene. Existe.


Frente a ellos, mas siempre desde una impiadosa mirada interna “la derrota del poeta es el triunfo del poema”. (Quino)


Cuaderno de Sombra es el primer libro de Julio Barriga. El primero redondo, el primero que cierra, el primero que es uno solo, una unidad.


Algo aquí ha cambiado. El tema barriguiano por excelencia, la soledad, se simplifica, se amplifica, ésta, que era su única propiedad privada, y aquella honda erosión que carcava el alma son hoy, sin embargo, las mismas.


Otras cosas impresionan, o impresionan de otra forma para ser exacto: el fracaso, la cultura, los nuevos chicos del barrio, viajar en micro…


Han pasado 2000 botellas de vino tinto, 40°… Julio ha conocido al silencio. De repente en el poema hay un fantasma que de verdad ha muerto.


Cuaderno de sombra es una saltana. Un anuncio en extremo hermoso, una revelación, una contraseña. El poeta ha sido totalmente vencido por la poesía.

El espacio se ha reducido se ha sublimado:


En el acantilado de mi cama, al abismo del alba
hay formas y terrores
extendiendo sus garras
a los que debemos atender:
seres menguantes
devorados por sueños perniciosos
sacudiéndose como heladeras descompuestas
en ámbitos a los que les han crecido espinas.


Ya no es necesaria la barahúnda de la Rue Ortega, apenas podemos con la mirada que sigue el alejarse de la D’ Orbigny.


¡Mira! Un llockalla prematuramente envejecido en la disolución y la desilusión… sabe que al final, el crisol de la tiniebla esclarecerá su existencia. Julio ha mirado el espejo del olvido.


Cuaderno de Sombra en un cambio de ritmo que nos demuestra que Barriga compone una sinfonía y no una canción. Cuaderno de sombra es el obsequio, el homenaje final que a Julio le da Robertito… Si hasta parece pedirle:


Mañana levanta de nuevo los restos de tu vida, júntalos… Sigues siendo sólo tú, que te escribes cartas urgentes a ti mismo.

Santa Cruz, julio de 2008





CRÓNICA DE LA PRESENTACIÓN DE CUADERNO DE SOMBRA

Se presentó el libro del maestro Barriga. El acto fue muy sencillo, con poca gente para la calidad de lo que se exponía, pero con un ambiente de confianza y cariño que lo compensaba todo.
Quedan para el anecdotario varias cosas, como siempre, Julio hizo de las suyas…
Al llegar la gente de Activa Tv le hizo una entrevista, demás está decir que al poeta se le iban los ojos, y no precisamente hacia la cámara, jé:

Luego, cuando se suponía que ya era hora de que el evento comience, dijo que “volvía enseguida” y, literalmente, desapareció durante más de media hora. La gente empezaba a ponerse impaciente y nosotros peor, pensábamos que se había perdido o desanimado, o quien sabe qué. Al final, con una lata de cerveza en al mano llegaba diciendo “qué difícil que es conseguir una tellita aquí”.
Bueno, el acto comenzó, primero hablo Fernando Barrientos, flaco querido representante de la debutante Editorial El Cuervo y ser humano grandioso…

Si observan con atención verán que mientras el habla el flaco (foto de arriba) hasta que hablo yo (foto de abajo) el vaso de agua de Julio cambia misteriosamente de color… bueno, ni tan misteriosa, lo que ocurrió fue que mientras Fernando hablaba Barriga sacó, quien sabe de donde, una botella pequeña de whisky y le hecho un buen chorro al agua, ante la sorpresa de todo el público presente que tuvo que llevarse la mano a la boca para disimular la sonrisa.
Luego me tocó dirigir un comentario. Un momento muy especial para mi, puesto que admiro desde hace años el trabajo de Barriga. No soy crítico literario, apenas hice un garabato sobre lo que -creo- significa Cuaderno de Sombra en la poética del “quijote de san rock(e)”.


Después le tocó el turno a Julio. Había ya disminuido un poco el vaso de “agua” y salió a dar unas palabras y leer parte de su libro. Por cierto, su discurso -una hoja de papel rota y sucia- lo había puesto al medio de uno de los 40 libros que había a la venta, lo encontramos de casualidad, aunque sospecho que lo sabía de memoria, puesto que salió a leer sin lentes y es sabido que su vista es muy mala…Sin embargo, leyó…y leyó… y leyó… Já, le habíamos hecho prometer que no lea más de tres poemas, por que en el acto en La Paz- me contó Fernando- se emocionó y casi lee todo el libro, hasta que un amigo -esos personajes que lo frecuentan- le grito del fondo: ¡Ya Basta, no voy a comprar tu libro! Jé, bueno, aquí prometió leer tres pero leyó al final 5 ó 6.
Su voz denotaba emoción, franqueza, tranquilidad… las menciones a Robertito Echazú marcaron todo su discurso.



Finalmente acabó el acto, tocó la firma de autógrafos, pocos pero sentidos, y obviamente la “foto oficial”.



Después del acto fuimos a comer algo, estábamos todos felices, nuestro viejo querido bromeaba y rememoraba a Roberto, lindos momentos… Lo mejor de la noche fue, como no, una ocurrencia. La frase con la que comienzo mi comentario es parte de un poema de Julio que dice “Soy solo yo, que me mando cartas urgentes a mi mismo”, frase muy hermosa que me sirvió para tratar de describir su poesía intimista y profunda, pues bueno, en algún momento la mencioné y dijo: “sí, esta bien, pero en realidad me gustaría más mandarme encomiendas a mí mismo”. Jé. Poeta y, por lo general, malhumorado, pero chapaco al final…


Un lindo día… luego nos fuimos a que lo entrevisten en un canal de Tv, seguimos dándole un poco al whisky, luego no sé qué pasó, o no me acuerdo… pero esa ya es otra historia.


martes, 22 de julio de 2008

Presentación de Cuaderno de Sombra en Cochabamba

Luego de un corto e intenso fin de semana de anarquía, este jueves 24 de julio, presentaremos el Cuaderno de Sombra de Julio Barriga en la ciudad de Cochabamba.
El acto se realizara en el Instituto de Filosofía y Humanidades “Luis Espinal”, ubicado en la calle Oruro 426, entre Antezana y Ramón Rivero a horas 19:30.
Los "esperariremos" a todos!!

domingo, 13 de julio de 2008

Presentación de Cuaderno de Sombra en Santa Cruz

Este jueves 17 de julio, presentaremos el Cuaderno de Sombra de Julio Barriga en la ciudad de Santa Cruz.

El acto se realizara en el auditorio del Centro Simón I. Patiño de la ciudad de Santa Cruz a horas 19:00.

Los esperamos!!

viernes, 4 de julio de 2008

TRES DE UN PAR PERFECTO: HIMNOS DEL CORAZON

En este aporte, a partir del seguimiento de un mismo gesto presente en un par de ejemplos memorables, se emprende una lectura del núcleo de Cuaderno de sombra de Julio Barriga: la relación con el maestro.

Juan Gonzalez


1

En un sentido fuerte, luego de los dos CDs que componen Honestidad Brutal, Andrés Calamaro no escribe nada más. De ahí la creatividad desenfrenada de El Salmón y su divagar posterior por el tango, la cumbia villera, la salsa de Lavoe, los refritos en vivo, etc. No digo que no hayan buenas canciones del Cala luego de HB; digo que ninguna de esas canciones posteriores, más recientes, comporta un avance respecto de HB: sospecho que, de más de un modo, todas las canciones que suceden al pico de HB ya estaban insinuadas/anunciadas en esos dos discos. Por algo Andrelo habla de Honestidad como su experiencia Blood On The Tracks.


En todo caso, no me interesa evaluar el presente de Calamaro. Quiero detenerme en Honestidad Brutal. Ahora, a la distancia de casi 10 años, tal vez lo podemos escuchar mejor. Y me interesa detenerme en un momento de ese disco que es para mí el momento más alto de Calamaro: “Con Abuelo”. Una canción que se oye poco, que casi nadie cuenta entre sus favoritas. Una canción que en la versión globalizada de Honestidad Brutal (en un solo CD) ha sido excluida.

HB es un álbum conceptual al estilo de los clásicos de los 70. Una obra en la que cada elemento ocupa una posición precisa en una arquitectura sin flecos, sin resquicios. Sólo en Honestidad Brutal vemos a Calamaro poner toda la carne al asador y no ser superado/abrumado por esa apuesta: sabía muy bien Calamaro que si la jugada de HB le salía mal no se iba a levantar de la lona muy fácilmente.

En esa trama, “Con Abuelo” destaca por prepotencia de belleza e integridad. Como en ninguna otra canción de antes ni después, en “Con Abuelo” Calamaro cuenta algo que uno le cree letra por letra. No hay pose, no hay proyección de personaje cool en esa canción. Calamaro canta “Con Abuelo” porque no puede dejar de cantarla. “Con Abuelo” es su canción de amor más honesta: todo un pottlach. “Con Abuelo” es la canción menos formulaica, menos condescendiente del disco. No podía ser de otra manera: “Con Abuelo” es el saludo agradecido del discípulo al maestro inalcanzable. Es decir, una versión contemporánea del momento trascendente en el ciclo mítico del relato del héroe. Se sabe, el héroe logra su proeza porque hay un mentor que lo prepara para el viaje iniciático. El mentor es una figura lejana, no acompaña al héroe en su camino, pero aparece en el momento constitutivo de la saga para transmitirle al joven impetuoso e inexperto esos secretos que al final le darán victoria. Invariablemente, cuando el héroe haya logrado la hazaña, el maestro, el mentor, estará muerto. O en palabras de Calamaro: “Me tendrías que ver ahora, Miguel”.

Obviamente, “Con Abuelo” es una canción, no un poema; por tanto, la única manera de “entrar” en ella propiamente es escuchándola, dejándose llevar por lo que Calamaro dice y por cómo lo dice. Sin embargo de esa salvedad, veamos algunas cosas del texto.

De entrada, hay que destacar que “Con Abuelo” se enuncia como un diálogo. Una especie de carta. Calamaro habla con su maestro, Miguel Abuelo. Y le habla de vos a vos: lo llama “Miguel”. Calamaro usa ese nombre como pie para entrar en cada estrofa: de hecho, la canción se abre con esa invocación, en una modulación de una ternura y una humildad impresionantes. “Miguel” como mantra, salvoconducto, clave del secreto. Ese nombre, esas dos sílabas, son las que abren el verbo de Calamaro: el efecto retórico que le permite entrar, cada vez, en la canción. No extraña: históricamente, Miguel Abuelo es el tipo que le permite al joven Calamaro entrar en La Canción.

Dice Calamaro: “Me llevaste de la mano a la pequeña gloria de tocar con el abuelo”, “¿Qué sería de mí, de aquel chaval, que nunca quiso aprender, pero tuve la extraña y pura suerte de estar cerca de él?”, “Miguel, generoso, me dejó cantar con él”.

En estas frases se ve otro de los trucos retóricos que usa Andrelo. Cambia de sujeto de la enunciación sin previo aviso: al recordarse a sí mismo en aquel pasado con Abuelo apela, según la frase, a “yo” o a “él”, indistintamente. Y al hacer eso, cambia de receptor: la canción, entonces, es un diálogo con el fantasma de Miguel Abuelo, pero también con el público, con nosotros, los de este lado, los testigos. Otro ejemplo: “Si tenías algo que decir, lo decías dos veces… Y tenía buena piña, Miguel, y sabía a quién acostar, a quién regalar, a quién olvidar”.

Es más que seguro que a estas alturas no hay necesidad de contar que Miguel Abuelo fue el líder de Los Abuelos de la Nada, banda en la que el joven Calamaro hizo sus primeros pininos, a comienzos de los años 80. Hace poco, al recordarse un aniversario de su muerte, Calamaro escribía (en Página 12): “Yo no puedo contar mucho de Miguel Abuelo, fui testigo de su vuelta al pago, espero haber colaborado con su renacimiento y su alegría, aunque me temo que, de a ratos, su poética, reveladora y genial, haya quedado en un segundo plano, detrás de su propio invento: una sola estrella de seis puntas, una invitación a cantar y a escribir”.

2

Curiosa es la errancia de las palabras. Había dejado de escuchar “Con Abuelo” durante mucho tiempo y de pronto la recupere recién, sin querer queriendo. Por vía oblicua. Leyendo a un poeta nacional. Un poeta punk que en general tiene muy poco en común con los lugares que frecuenta la letrística de Calamaro (pensándolo bien: no sé si es tan así, no sé si son tan distintos). Ocurre que este Cuaderno de sombra recientemente editado marca un momento particularmente intenso en el devenir poético de Julio Barriga. Al cierre del libro, Barriga saluda a su maestro, a Roberto Echazú. Ese saludo, abierto, transparente, emocionado, conmovedor, se hace cuando el querido Robertito ya no está. Son dos o tres poemas, pero son el núcleo (no tan) clandestino del libro. Esos poemas en que Barriga nombra explícitamente a su maestro no sólo cambian la lectura que uno hace del libro, sino la obra toda de Julio Barriga. Al elegirse “heredero” de Roberto Echazú, Barriga pone su obra a circular bajo otras coordenadas de sentido, la transporta a otro lugar: el lugar al que toda esa poesía, sin saberlo, se dirigía desde el primer verso. Y con ese gesto, mínimo, casi secreto, el trabajo de Barriga (aforismos incluidos) se magnifica hasta bordes que habría que estudiar con paciencia y salivita. No es lo mismo leer a Barriga desde Barriga, que leerlo desde/hacia Robertito Echazú.

Derrida ha enseñado que una herencia no es un regalo gratuito. Que asumirse heredero es aceptar un pacto, una responsabilidad para con una memoria: un trabajo de amor: el aceptarse uno portador de una antorcha. Y llevarla a nombre de otro como modo de alcanzar la posibilidad de, bajo esa sombra, nombrarse (a) uno mismo.

Dice Barriga (en su invocación a Echazú):

Desde esta sobriedad me he propuesto llamarte

Eres como una música creciendo en el silencio

Eres un lugar secreto que muy pocos conocen


Y luego:

Siempre has venido hacia nosotros

Con las manos llenas de ti mismo

Dejándonos el límpido metal de tu alegría


Redondeando lo apuntado anteriormente sobre “Con Abuelo”, cabe citar lo que sigue:

El capitán de un barco de piratas

Y del arca de Noé

Miguel, ¿a quién habrás vendido tu alma?

Miguel, ¿dónde me estarás esperando?

Para seguir cantando

Miguel Angel Peralta

Ya son diez años de alta

De este hospital


Como Calamaro, Barriga entabla un diálogo de vos a vos con el fantasma del maestro ausente. Y también procede a dibujar el mapa de su ausencia:

Te extrañan los patios desolados

De los últimos arrabales

Te echan de menos los perros

Y los gatos abandonados

Todos los sitios privados de ti:

Lugares donde tu perfil

Nunca más habrá de dibujar

Los rostros infinitos

En el espejo del olvido.


Mientras que Calamaro le confiesa a Miguel Abuelo:

Miguel, tengo que contarte cómo te recuerdan todos por acá

Parece que iniciaste a una generación en el rock de verdad

Me lo vienen a contar los chavales

Cada vez que me ven en los recitales

Miguel, ¿nos volveremos a ver?

Es difícil saber, Miguel

Habría tantas cosas que contar que yo ni sé.

Miguel, te extraño suficientes veces al año

Para poder aprender a seguir.


Vemos también en ambos autores la construcción retrospectiva de la figura del maestro, en una maniobra que podríamos denominar “hacerse un maestro a la medida”, ya que al construir al maestro en ciertos términos (y no otros) están demarcando la recepción de su propio trabajo: aquel trabajo por venir que, recíprocamente, se hará en memoria del maestro. La construcción de la figura póstuma del maestro como la instalación de un espejo retrovisor en algún lugar del futuro.

Así, tras recordar el “compás gitano” de Abuelo, Calamaro enumera:

Pechito bailarín

Según él, paladín

Siempre al frente, temerario o valiente

Un ejemplo de talento y gente

Un Maradona que mezclaba todo

Un chico de la calle

Iluminado y zarpado

Con mala leche y con humor

Con cierto candor


Visto desde el hoy, todo lo que Calamaro dice de Abuelo podría decirse del autor de “Flaca”. Julio Barriga, por su parte, trama un dibujo más sutil, más “hacia adentro”:

Y tú también Roberto eres

Un pájaro en la noche

Un sueño en la distancia

Y cuán vivo estás, como un remordimiento

Hecho de pura ausencia

Y cómo aún pervuelas

La necia indiferencia de tus sobrevivientes.


Y si ya en Aforismos desaforados (2004), Julio Barriga había ensayado algunos bocetos de la figura del maestro:

- El procedimiento poético de Robertito es similar a zarandear cinco camionadas de arena para extraer un gramo de oro.

- Robertito: el hombre a través de quien han pasado más de dos mil botellas de vino tinto produciendo una música admirable.

- Lo de Robertito también son charlas con la muerte. Dice él mismo.


Es recién en ausencia de Echazú (quien habitó el silencio como pocos) que Barriga puede completar su retrato póstumo, definitivo (sosteniendo, a su vez, una charla con la muerte):

Y tú, Roberto, iluminas

La oscuridad de otros

Menos la tuya propia.


Ser poeta como una forma que te ofrece

La vida de no ser en absoluto

Seguirás siendo un resumen de la nada

Siempre abortando tu suicidio

Rescatando una cotidianeidad

Que no tiene precio, que no vale.


Finalmente, vemos en ambos textos un elemento esencial del modelo canónico: el discípulo se pone en un lugar subordinado respecto al sitial elevado del maestro, gesto que corre paralelo a la magnificación de su obra, de su ejemplo, que se rubrica, al aceptar esa herencia, con la elección del lugar del “eterno aprendiz”. De ahí que en la canción de Calamaro los verbos más frecuentes sean “aprender” (el lugar del discípulo) y “saber” (lo que define al generoso maestro como tal). Otro verbo clave es “seguir”, que tanto Barriga como Calamaro no pueden eludir (lo mismo vale para el adverbio “todavía”).

En “Con Abuelo” escuchamos declaraciones de fidelidad y amor tan humildes y reverenciales como: “¿Será que no tuve tiempo para entenderlo todo, aquella vez?”, “Dejaste gloria y regalaste historia”, “Estuve escuchando las historias de camiones de Miguel, nunca más volví a ver a otro como él, ni a Miguel”, “Yo también soy abuelo gracias a él. Miguel, cojones, es difícil solamente llegarte a los talones”. Y, hacia el final de la canción, toda esta estrofa impecable en su ofrenda:

Mike… todavía te envidio algunos versos

Como aquel

De los pedazos rotos del espejo interior

Seguís siendo el himno de mi corazón, Miguel

Y yo sigo un poco acá, un poco allá

Intentando aprender

Me tendrías que ver ahora, Miguel.

Miguel, te extraño suficientes veces al año

Para poder aprender

A seguir

Vivir…

(Es notable, también, que ese uso del nombre “Miguel” para abrir cada estrofa se abandone dos o tres veces para ser sustituido por un verbo en infinitivo: vivir. Vale decir que en la economía de la canción “Miguel” es sinónimo de “vivir”. Y esto no es una interpretación exorbitante, Calamaro lo dice con todas las letras: “Un ejemplo de lo que es vivir… Fuerte, Miguel”).

Con distintos medios, al evocar la figura de Robertito, Julio Barriga esboza una cartografía sentimental muy semejante (y muy diferente):

Tú habías nacido para robar las flores

De los jardines de la muerte.

(…) y cómo aún pervuelas

La necia indiferencia de tus sobrevivientes.

Qué saben ellos de los himnos que emana el universo

Y tú oías brotando del silencio.

Y qué triste ha de ser, Robertito

Entrar en una ciudad desierta

A un bar vacío y sentarse solo

A beber el vino del olvido.


Hagamos un minuto de abstinencia

En memoria del Héroe del Silencio.

La muerte del poeta era un ómnibus

Al que todos querían subirse.


Vivir prendido a las palabras

Ese es el riesgo de la soledad

Que espera siempre

Ser lejos de los otros

Ser todos desde lejos

Egoístamente.

Roberto, enséñame a existir.


Y no hay que dejar de mencionar que Julio Barriga inscribe el saludo al maestro muerto con palabras de otro, en un epígrafe que marca la cancha de punta a punta:

El vacío que tú dejaste

Lo ocupas tú todavía


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Hacia 1962 el joven Robert Zimmermann ha aprendido lo suficiente como para lanzarse al ruedo. Ese año, Columbia publica su primer disco, bajo el título de Bob Dylan. Según es fama, aquel disco debut no trae ninguna composición propia, es un compilado de versiones de temas tradicionales del folk. Excepto por una canción: “Song to Woody”, la canción en que el joven Dylan saluda a su maestro en el momento en que se hace al mundo, a la aventura. Se dice que ésta es la primera canción jamás compuesta por Dylan. Se sabe que apenas la tuvo lista, el joven Bob se puso la guitarra al hombro y se fue a dedo desde New York hasta el hospital donde Woody Guthrie se hallaba recluido, y que se dio modo para cantarle su canción al mismísimo Woody. Solamente después de esa visita Bob Dylan haría escuchar su primera canción a otras gentes.

Lo que se oye en aquella grabación de 1962 es a un joven de escasos 19 años definiendo el lugar desde donde se hace a sí mismo al cantar: “Aquí estoy, a miles de millas de mi casa, recorriendo la ruta que muchos hombres han andado”. Dicho eso, Dylan empieza a dialogar con un interlocutor que permanecerá innombrado hasta la segunda estrofa: “Estoy viendo su mundo de lugares y cosas, sus pobres y campesinos y príncipes y reyes” (la impía traducción descuida la sonoridad de la frase dylaniana: “I am a-seein’ your world of places and things, your paupers and peasants and princes and kings”). Y recién tras definir su lugar, Bob entra en asunto y declara: “Hey, hey, Woody Guthrie, le he escrito una canción”. Vale decir, también Bob Dylan entra en La Canción llenando su voz con el nombre del maestro.

Se podrían apuntar muchas cosas sobre las diversas teorías de lectura que Dylan ha empleado para intervenir sobre esta canción suya a lo largo de más de 40 años de rodar por el mundo. Si bien éste no es lugar para tal ejercicio, me interesa apuntar que Dylan canta su “Song to Woody” no sólo usando una muy conocida melodía del maestro, sino imitando incluso su particular dicción, su acento “okie” (y el título usa el nexo “to” en vez de “for”; por tanto, Bob hace su canción “hacia” Woody Guthrie, no “para” él). Así, Dylan modula “a-dyin’” o “a-singin’” en vez de “dying” o “singing”. Está, pues, poniéndose sobre los hombros la memoria, la lección del maestro, sin dejar de lado un solo detalle (por lo demás, no hay detalle accesorio: la lección del maestro funde arte y vida en un continuo indiscernible. En el documental No Direction Home, Dylan recuerda que al escuchar por primera vez a Guthrie tuvo la sensación de que “esas canciones eran verdad, oyéndolas uno sentía que podía modelar su vida en función de ellas”).

El texto de la canción repite, inexorablemente, el modelo clásico del saludo del discípulo. Vemos a Dylan sucumbir al gesto que ya observamos en Julio Barriga y Calamaro: subordinarse explícitamente, con la mayor humildad, al lugar del joven aprendiz ante el viejo sabio: “Hey, Woody Guthrie, yo sé que usted sabe todas las cosas que estoy diciendo y muchas más. Le estoy cantando esta canción pero no puedo cantar todo lo que hace falta, porque no hay muchos hombres que hayan hecho las cosas que ha hecho usted”. A diferencia de Calamaro y Barriga, quienes saludan al maestro ya en la madurez, achicando la brecha generacional, este joven Dylan no se toma confianzas con su mentor, lo nombra manteniendo la distancia: usted, Woody Guthrie.

Siguiendo el texto canónico, al esbozar la figura póstuma del mentor legendario, al definir los contornos de la sombra bajo la cual habrá de caminar, Dylan también construye a su maestro según parámetros que potencian/legitiman la imagen que Bob habrá de cultivar por esos años: “Brindo por Cisco y Sonny y Leadbelly y toda esa buena gente que viajó con usted. Brindo por los corazones y las manos de esos hombres que vienen con el polvo y son llevados por el viento” (la frase “that come with the dust and are gone with the wind” pertenece a una de las canciones emblemáticas de Guthrie, “Pastures of plenty”. Como ya vimos, Calamaro repite un verso de Abuelo que todavía le envidia. Barriga, por su parte, contrabandea varias frases de Echazú). Por si no quedara claro que Dylan quisiera sumarse a esa estirpe, ser escuchado desde ese lugar, “Song to Woody” concluye con una declaración abierta: “En algún lugar del camino, algún día, lo último que yo quisiera hacer sería decir “yo también he estado viajando mucho” (“I’ve been hittin’ some hard travelin’ too”)”.

En Youtube pueden verse varias versiones en vivo de “Song to Woody”, y si bien la de Módena, en 1987, y las de la gira europea de 2002 se cuentan entre mis favoritas, ahora me visitan las imágenes de un momento dylanoso particularmente conmovedor. Es 1992, la compañía Columbia ha organizado el megaconcierto de homenaje a Dylan por sus 30 años de carrera. Es un show a celebrarse durante dos días, en el Madison Square Garden, al que todo aquel cantante que es alguien en el mundo de la música asiste para versionar canciones de Bob. Desfilan Eddie Vedder, George Harrison, Lou Reed, Neil Young, Clapton, Tracy Chapman y un largo etcétera. Dylan recibe esos tributos con ostensible incomodidad (lo que recuerda otro motivo del texto canónico: el maestro jamás acepta ser puesto en ese lugar, el discípulo lo sitúa allí en ausencia, póstumamente). Y con cada interpretación va quedando más y más claro que nadie canta a Dylan como Dylan. A pesar de la incomodidad, Dylan sale, como estaba pactado, a hacer un breve set solista. Bob se instala en el centro del escenario y sin levantar la vista de sus dedos sobre la guitarra, juega con unos acordes, como si vacilara, como si no supiera qué cantar. Y de pronto, en el corazón de esa noche en que el mundo lo saludaba como el maestro absoluto, Bob Dylan, vestido de negro impecable, empieza a decir, con un hilo de voz: “Hey, hey, Woody Guthrie, I wrote you a song”.

Los enterradores de siempre (esos que por estos días tratan de hacer leña del hermoso árbol de Charly García) quisieron leer esa jugada de Dylan como su despedida: Fin del camino, círculo perfecto, Dylan concluye su carrera allí donde comenzó, saludando a Woody. Blablablá.

Olvidaron que el viejo Bob siempre se guarda un par de naipes bajo la manga. No sabían, no podían sospechar siquiera, que esa noche Bob Dylan saludaba a su maestro porque estaba a punto de lanzarse a una aventura todavía mayor: la Gira de Nunca Acabar, The Never Ending Tour.

1992. Otra vez en New York. Un Dylan de más de 50 años se dejaba seducir por el llamado de la aventura, una vez más, invocando ante la multitud el fantasma de su maestro --tal y como hiciera cuando fue la primera vez.

Hey, hey.

martes, 1 de julio de 2008

Presentación Cuaderno de Sombra en Sucre

Luego de algunos imponderables, este jueves 3 de julio se presentará en la ciudad de Sucre el libro Cuaderno de Sombra de Julio Barriga.
El evento en cuestión se llevara a cabo en el Archivo Nacional a las 19:00.
Y el viernes 4 de julio, Barriga leerá poemas de Cuaderno de Sombra en el Cafearte.
No se lo pierdan!