Hablábamos, como siempre, de literatura con Juan González y me contó que estaba leyendo El Lugar de Piglia y vio que alguien usaba algunas hipótesis similares a lo que él había soltado en unos mails del 2005, cuando ambos habíamos descubierto la novela de Juan Pablo Piñeiro Cuando Sara Chura Despierte (hermoso libro que apenas si ha sido reseñado, pese a haberse agotado ya la primera edición) y que luego había desarrollado en un ensayo, que integrará un volumen de ensayos sobre narrativa boliviana llamado “Helados Propicios” (que Editorial El Cuervo publicará a fines de 2009). Así, sin permiso de JG, para adelantarnos a posibles dudas, busqué esos mails, los rearmé y aquí está. Ensayo en tono personal o mail en tono de ensayo, este texto es una lectura desde la propia literatura de la primera novela de Piñeiro y es también un caso que demuestra que las “literaturas postautónomas” no sólo afectan a la ficción. (FB)
Re: maquetas, hrönirs, replicantes
Juan González
Periodista: Borges, ¿copió mucho usted?
Borges: Yo diría que plagié mucho, más bien, ¿eh?
Creo que la copia es un placer y es un deber también.
[Citado en El factor Borges, pag. 107]
a)
a esta cosa que va ahora, nacida un poco a partir de tus ideas sobre cómo usar un escrito fuera de su contexto nodriza sin hacerle mucha violencia, le di vueltas durante varias semanas. intenté sacarla de un saque varias veces, pero no me acababa de convencer, algo había que me dejaba ante la pantalla como Larry David frente a la obligación tan leve como ineludible de asistir a una cena de amigas de su esposa, digamos.
lo tenía todo claro desde el vamos, hasta el subject del email (ese que leíste, claro), así que el problema no iba por ahí. o tal vez sí. pasa que tiendo a preferir -como condición de contorno para cualquier cosa- el salir a lo abierto con plena disposición de encontrar cosas imprevistas antes que tenerlo todo ya resuelto de antemano: es decir, la vieja idea de lanzarse al ruedo con sólo un par de intuiciones veladas. el mero “pasar en limpio” algo ya preexistente al momento de sentarme a escribir como que no me moviliza mucho: es, de algún modo, como hacerle el entre a una sujeto en un boliche sabiendo a priori que ella se va ir esa noche a camita con uno. digamos que para no fallar (mucho), yo necesito el acoso de la sensación de que el asunto no va a funcionar. sentir que todo se puede ir al carajo en cualquier momento. como si con eso no sobrara, padezco del fetichismo del primer borrador. fatalidad suprema donde las hubiere. por mucho que insista en re-escribir de modo maníaco, estoy persuadido de que el futuro de un texto está inexorablemente determinado por el primer borrador. de un mal primer borrador no puede nunca salir un buen texto final, no importa cuántas veces lo reescribas: he ahí un axioma inflexible y cojudo.
ojalá que vos estés libre de tamaña pelotudez. yo no.
en fin. lo que no me convencía era la forma en la que el texto caía una y otra vez. quería sacarlo como un ensayito, escrito en tono neutro y dirigido a interlocutor anónimo, etc, pero nunca quiso salir por ahí. y ya me harté. así que ahora me lo quito de encima y lo engancho en el curso de nuestras charlas habituales. no que éstas ocurran siguiendo un formato, pero sí que, de alguna manera, constituyen ya una forma de discursito. y uno que, según se ve (y se sufre), me pone parlanchinesco.
[te escribo desde la oficina. esto irá en varios emails sucesivos. de longitud variable. según me interrumpan]
b)
no recuerdo bien si fue Elizondo o si fue Torri o si fue García Ponce (pero fue un mexicano o caribeño -u similar) quien hace ya un buen tiempo se mandó una a lo Rodrigo de Triana: advertir un precursor de “El Aleph” en un texto no contemplado en el catálogo de fuentes directas que Georgie enumera sea a lo largo del cuento como en la “Postdata” o en las notas epilogales a las varias ediciones conocidas.
a la luz esquiva de ese rescate, de esa pasmosa movida de perito en arqueologías librescas cada vez más amenazadas por la imparable barbarie-Google, más bien uno empieza dudar del aparente descuido de JLB: uno comienza a cobijar la sospecha de que el viejo enumera todas esas fuentes überarcanas con el propósito directo de desviar la mirada de un texto que casi lo tenemos en la casa de al lado (no contento con mencionar no sé qué pasajes oscuros de Burton -Robert & Richard Francis- y otros de aún más oscuros exégetas latinos, el hijito-de-doña-Leonor aprovecha el embale y hasta se tira un lance con la matemática de conjuntos transfinitos. si eso no es emborrachar la perdiz, mon semblable, mon frere…).
resulta que ese precursor velado, traspapelado en la biblioteca de Babel, en el que muy pocos lectores habíamos reparado, ese preterido precursor (si dejas pasar la aliteración) de “El aleph” no provendría de fuente erudita o remota sino de la vecina Capitanía General de Chile. o sea, acá nomás, en el canchón, digamos.
el tal texto es uno de los folios fundacionales de nuestro imaginario continental.
gostoso demais, ¿no ve, k’awallero?
c)
las primeras noticias sobre el inconcebible aleph habrían aparecido ya muy temprano en las literaturas americanas: precisamente, en el Canto XXVII de La araucana, de Alonso de Ercilla: en ese pasaje, el anciano mago (“mágico”) Fitón pone frente a la mirada del poeta (que es quien narra) una esfera de naturaleza sobrenatural que contiene en paralelo y simultáneo todo cuanto acontece en las más distantes e insólitas latitudes del orbe.
escribió Ercilla:
“Pues yo que en un peligro tal me veo,
de la larga carrera arrepentido,
¿ cómo podré llevar tan gran rodeo,
y ser sabroso al gusto y al oído?
Pero aunque de agradar es mi deseo,
estoy ya dentro en la ocasión metido;
que no se puede andar mucho en un paso
ni encerrar gran materia en chico vaso.
Cuando a alguno, Señor, le pareciere
que me voy en el curso deteniendo,
el estraño camino considere
y que más que una posta voy corriendo.
En todo abreviaré lo que pudiere
y así a nuestro propósito volviendo,
os dije como el indio mago anciano
señalaba la poma con la mano.
Era en grandeza tal que no podrían
veinte abrazar el círculo luciente,
donde todas las cosas parecían
en su forma distinta y claramente:
las campos y ciudades se veían,
el tráfago y bullicio de la gente,
las aves, animales, lagartijas,
hasta las más menudas sabandijas.
El mágico me dijo: "Pues en este
lugar nadie nos turba ni embaraza,
sin que un mínimo punto oculto reste
verás del universo la gran traza:
lo que hay del norte al sur, del leste a loeste,
y cuanto ciñe el mar y el aire abraza,
ríos, montes, lagunas, mares,
tierras famosas por natura y por las guerras.”
acepto sin cosquillas la sugerencia detectivesca, la sospecha genealógica de la huella de Ercilla sobre la versión borgeana. si bien, no hay que decirlo siquiera, se necesita ser Borges para ver en esta breve y definitivamente incidental invención, publicada en 1569, el germen de la maravilla encerrada en el sótano de la casa de Carlos Argentino Daneri.
es posible también que, de más de una manera, ese efecto-Borges que denominamos “Kafka y sus precursores” esté operando acá a sus anchas (pensar que de esas dos páginas de JLB el muy circunspecto Harold Bloom hizo toda una industria y que apenas menciona a Borges como de pasada en el Anxiety: sin dudas, ese ensayo borgesco fue su aleph. lo mejor es que Bloom le roba a Georgie algo que el poeta austral y ciego se había incautado de T. S. Eliot, quien a su vez lo hubo tomado de Wordsworth [de su famosa carta a Lady Beaumont: “Every great and original writer, in proportion as he is great and original, must himself create the taste by which he is to be relished”]). de todos modos, la hipótesis es sugerente y podemos aceptarla sin mayores escrúpulos, ¿verdad? sobre todo luego de que, picado de intriga y burlado una vez más por las astucias del viejo, cuando uno se da a investigar las referencias explicitadas va y descubre, ya sin asombro, que la relación entre estos precursores reconocidos y el texto en cuestión es poco menos que inexistente.
quiero deciros: nada se gana con adentrarse en la matemática de Cantor, disciplina en la que aleph designa el límite inaccesible, como nada se gana revisando el quinto volumen del Satyricon de Capella (entre tantos que menciona JLB). hay, claro, vagas sombras, destellos mínimos que, con esfuerzo de prestigiditador podrían estirarse al límite de sus propiedades elásticas para establecer una relación intertextual, o de cualquier otra naturaleza, con “El Aleph”, pero en ninguna de estas así llamadas “fuentes” la relación es tan directa y autoevidente como con el poema de Ercilla.
d)
uno tiene dudas, por lo demás, respecto al posible dominio, por parte de Borges de, por ejemplo, la matemática de Cantor; no hay dudas, sin embargo, respecto a que Georgie había leído -varias veces- el poema de Ercilla (del cual, muy propio del viejo, se sabía varios pasajes de memoria). incluso lo mencionó bastante en sus cursos sobre literatura argentina y en vistosos lugares de sus no pocas bajadas de caña a Lugones.
este poema, hoy casi olvidado, fue, en su momento, una lectura obligada entre cierta clase educada. en términos de ventas, La araucana y La celestina se leyeron en la colonia como pocas cosas se leen hoy.
no me interesa intentar una lectura más sobre “El aleph”. ¿qué podría decir uno después de las bibliotecas multilingües dedicadas exclusivamente a este cuento? no me interesa detenerme en las magias parciales de “El aleph”. tampoco creo que haga falta que proceda al recurso habitual de explicitar algunas citas pertinentes para “probar” la tal filiación textual. entre otras razones, me da flojera: si fuera algo menos leído y citado, seguro lo haría, tendría que hacerlo, pero no con “El aleph”. pero si hasta hay partes que uno se sabe de memoria: botón de muestra al toque: “vi mi cara y vi mis vísceras, vi tu cara y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto aquel secreto objeto conjetural cuyo nombre usurpan los hombres”. [ahora bien, qué tentador decir algo sobre este cuento, che!!! me estoy acordando de un ensayito del peruvian Julio Ortega sobre el manuscrito original que es más que recomendable –está, por si acaso, en esa compilación de la Ludmer que te mencioné días/emails atrás].
e)
lo que me interesa es divagar sobre ciertas prácticas lectoras.
sobre ciertos gestos antropófagos. sobre ciertos protocolos de apropiación.
por tanto, ya viene siendo tiempo de arrimar a Piglia –aka, el Gran Caníbal.
como bien sabes, el Pig cifra los protocolos de escritura de Georgie en una maniobra doble de condensación y aggiornamiento de las líneas mayores de la tradición rioplatense. dice Piglia, más o menos textualis, que JLB trama “versiones microscópicas” de los relatos fundadores de la tradición rioplatense [muy gracioso que diga eso, por lo demás, ya que al decirlo, y decirlo de esa manera, Piglia justamente da una versión reductora de la opera omnia de JLB. obvio, el Borges que lee Piglia, el que le sirve a sus usos y efectos, no es el Borges que lee Foucault, digamos (famosamente, en el prologo a Les mot et les choses), como no es el que lee Foster Wallace o lee Derrida (y cómo lo despacha Piglia al argelino, ¿ah?: “esas cosas que Borges vio antes que ninguno y que luego Derrida haría suyas. Borges ya había dicho todo aquello cincuenta años antes. mejor y sin tanto esoterismo”)]. Piglia sostiene que la tal estrategia microscópica de Borges respecto a la tradición habilita su forma de ser “moderno” y es lo que hace que se sitúe en el centro del canon contemporáneo (ya que estamos: no hay que confundir canon y tradición. por más que los hay -o puede haberlos- lugares ocasionales en que canon y tradición se tocan, flirtean, saludan en el atrio, no son lo mismo; es más, casi podría/debería decirse que, aunque a veces coinciden, la relación entrambos es una de fricción. al final, de todos modos, la tradición siempre engulle al canon, lo procesa, lo depura, lo recicla: el canon es carne de cañón de la tradición [canon=cannonball]: el canon está más cerca de la moda que de la tradición, ya que la tradición es justamente lo que resiste y ridiculiza a la moda [en el sentido de que pone en evidencia sus estrecheces, sus vuelos gallináceos, su intrínseca efervescencia pirotécnica]). en esa vena, Piglia llega a decir que “El aleph” es un Adán Buenosayres anticipado y microscópico; que los cuentos de Georgie condensan textos tan disímiles como Los siete locos, El matadero e incluso el Facundo (cuya dicotomía todavía no resolvemos en las crueles provincias altoperuanas). y que esa maniobra jíbara del viejo no sólo entra en acción al interior de su ficción sino que también aparece muy activa en la canibalización de cosas de Mallea o Scalabrini --en ensayos como “El idioma de los argentos” o “Nuestras imposibilidades”.
f)
pero nada dice el Pig respecto a sus propias actividades delictivas (tal vez obedeciendo el interdicto aquél que prohibe a los gitanos robarse las billeteras entre ellos [si bien, por supu, uno ha aprendido ya que en estas charlas en que el escritor A habla del escritor B hay que leer, ante todo, una enumeración oblicua, diferida, de las claves operantes al interior de la propia obra del escritor A --como queda claro en eso de la microscopía]). estas ideas de Piglia son más o menos tempranas. salen de ese otro inconcebible aleph que es Crítica & ficción como habrás reconocido (cito por primera edición, ésa de la universidad de Rosario, ejemplar que, te acordarás por el sellito, yo le robé a CB).
me causa gracia que ahora yo venga y lea esas ideas como una suerte de programa desarrollado minuciosamente en un texto (entonces) futuro.
[otro break. comper]
g)
ya viene siendo hora de sacar de la manga el as de espadas. por suerte, este texto lo tengo en un file pdf. estoy tentado a pastearlo entero. pero no va a funcar así. demasiada info. tengo que hacerle unos cortes (la “literatura interrumpida” llevada al paroxismo). sea.
aquí van, entonces, fragmentos de un texto pigliesco que debería titularse “El aleph revisited”:
“Varias veces me hablaron del hombre que en una casa del barrio de Flores esconde la réplica de una ciudad en la que trabaja desde hace años. La ha construido con materiales mínimos y en una escala tan reducida que podemos verla de una sola vez, próxima y múltiple y como distante en la suave claridad del alba”.
“No es un mapa, ni una maqueta, es una máquina sinóptica; toda la ciudad está ahí, concentrada en sí misma, reducida a su esencia“.
“[Russell] (el fotógrafo de Piglia –nota del emaileador) Ha alterado las relaciones de representación, de modo que la ciudad real es la que esconde en su casa y la otra es sólo un espejismo o un recuerdo”.
“El hombre ha imaginado una ciudad perdida en la memoria y la ha repetido tal como la recuerda. Lo real no es el objeto de la representación sino el espacio donde un mundo fantástico tiene lugar”.
“La lectura, decía Ezra Pound, es un arte de la réplica".
"Es fácil imaginar al fotógrafo iluminado por la luz roja de su laboratorio que en el silencio de la noche piensa que su máquina sinóptica es una cifra secreta del destino y que lo que se altera en su ciudad se reproduce luego en los barrios y en las calles de Buenos Aires, pero amplificado y siniestro. Las modificaciones y los desgastes que sufre la réplica -los pequeños derrumbes y las lluvias que anegan los barrios bajos- se hacen reales en Buenos Aires bajo la forma de breves catástrofes y de accidentes inexplicables”.
“Esta obra privada y clandestina, construida pacientemente en un altillo de una casa en Buenos Aires, se vincula, en secreto, con ciertas tradiciones de la literatura en el Río de la Plata; para el fotógrafo de Flores, como para Onetti o para Felisberto Hernández la tensión entre objeto real y objeto imaginario no existe, todo es real, todo está ahí y uno se mueve entre los parques y las calles, deslumbrado por una presencia siempre distante”.
“La construcción estaba ahí, como fuera del tiempo. Tenía un centro pero no tenía fin. En ciertas zonas de las afueras, casi en el borde, empezaban las ruinas. En los confines, del otro lado, fluía el río que llevaba al delta y a las islas. [...] En lo alto, visible apenas en la visibilidad extrema del mundo, la luz roja del laboratorio del fotógrafo titilando en la noche”.
hasta aquí las citas a -como reconociste de entrada- el “Prólogo” de El último lector. son citas que tienen que ver con el tema de “El aleph” (vale decir, el objeto menor, a escala, que reproduce, condensa, una realidad, un objeto, mayor: o el producto o constructo que replica un objeto del mundo). siguen ahora un par de citas de este “Prólogo” que miman el desarrollo de “El aleph”, que parodian la vista de “Borges” (el narrador) a Daneri y el descenso de “Borges” al sótano de la casa en que vivía Beatriz Viterbo para contemplar el objeto maravilloso. va:
“Anduve por la sala observando los dibujos y las máquinas y las galerías que se abrían a un costado hasta que en el fondo vi la escalera que daba al altillo. Era circular y era de fierro y ascendía hasta perderse en lo alto. Subí tanteando en la penumbra, sin mirar abajo. Me sostuve de la oscura baranda y sentí que los escalones eran irregulares e inciertos”.
“Vi una puerta y un catre, vi un Cristo en la pared del fondo y en el centro del cuarto, distante y cercana, vi la ciudad y lo que vi era más real que la realidad, más indefinido y más puro”.
“Estuve ahí durante un tiempo que no puedo recordar. Observé, como alucinado o dormido, el movimiento imperceptible que latía en la diminuta ciudad. Al fin, la miré por última vez. Era una imagen remota y única que reproducía la forma real de una obsesión”.
“Russell desde la mesa donde manipulaba sus instrumentos me vio entrar como si no me esperara y, luego de una leve vacilación, se acercó y me puso una mano en el hombro.
-¿Ha visto? -preguntó.
Asentí, sin hablar.
Eso fue todo.
-Ahora, entonces -dijo-, puede irse y puede contar lo que ha visto”.
h)
ejem. no hay cómo pelarle al gajo, ¿no ve? este gran zarpado del Pig se ha mandado uno de sus choreos más sensacionales. ni el Cuervo Mereles ni el Gaucho Dorda se mandaron un laburito así. y Ricky lo ha hecho en plena vía pública. eso es robar, qué joder. podemos charlar un cacho más sobre cómo desplaza y re-elabora el Pig el trazo primero de Georgie. estoy más que tentado a hacerlo, como comprenderás. pero tengo que dejarlo pasar ahora, porque no va por ahí esta movida.
[suena el fono. otro corte --merde, ¿dónde puse el encendedor?].
i)
llego ahora al vertiginoso centro de este email.
¿qué tal si hay todavía un texto más -al menos un texto más, esto es- en esta carrera de relevos que se inicia con Ercilla y sigue hasta el presente?
sí, lees bien, sigue al presente.
entre Ercilla y Georgie median unos tres siglos, por lo bajo. entre JLB y Piglia hay como medio siglo. pero entre Pig y este otrito que voy a mencionar como que se solapan las fechas. y sin embargo hay algo más que casualidad operando aquí.
jejeje, estoy escribiendo boludeces para alargar la presentación del cuarto texto de la serie.
es que no te lo ves venir.
pero bueno, aquí va. sale con fritas para la mesa nueve:
“Pasaron cinco minutos antes de que los invitados de Al Pacheco repararan en las numerosas maquetas distribuidas en la habitación. En verdad se trataba de una sola maqueta de la ciudad de La Paz. Era una reproducción perfecta, minuciosamente trabajada, donde cada casa, cada esquina, cada persona, estaban fielmente reflejadas. Don Falsoafán y su secretario parecían niños y observaban absortos el laborioso trabajo de Lucía Apaza”.
(Cuando Sara Chura despierte, p. 86)
y sí, Fer, aquí no hay casualidad.
aquí hay algo más ("algo que no se nombra el azar rige estas cosas”).
la relación entre este pasaje de Sara Chura y el “Prólogo” de Piglia chilla con estridencia dificil de ignorar.
salvo que yo esté muy piantado y/o muy generoso a la hora de atribuir parentescos, aquí hay algo de cuidado. aquí estamos asistiendo a una gran performance de p’ajpaku.
por lo menos Pig se tomó algunas molestias con “El aleph”: el paceño no se tomó ninguna con el texto de Piglia. apenas cambió fotógrafo por mujer ciega.
y le salió impecable. qué guachín.
yo tenía tres citas de ídem número de pasajes de la novela de Piñeiro, pero no sé dónde metí las otras. por suerte, la cita precedente es de lo más “decidora”. el libro ya lo devolví a la biblio, me lo prestaron apenas por una semana. y si no te mando esto ahora, no lo mando más. de todos modos, vos tenés el libro, vos podés (y de hecho, te conozco bien, vas a hacerlo ya mismo) recuperar las citas que ahora se me esconden en algún file, sumar más elementos al tapiz. esos hilos sueltos están todos ahí. bien a la vista.
este texto prologal de El último lector se conoció bastante antes, en al menos dos publicaciones, con el título “Pequeño proyecto de una ciudad futura”.
una de esas publicaciones salió a mediados del 2001 en una juntucha gallega titulada El final del eclipse: el arte de América latina en la transición al siglo XXI.
la otra salió algunos años más tarde (marzo de 2004): es una compilación editada por Adriana Rodríguez Pérsico e impresa por el Instituto de Lite Ibero de la Univ de Pittsburgh, a comienzos del 2004, titulada Ricardo Piglia: una poética sin límites. compilatio que es, básicamente, una versión expandida del numero homenaje a Piglia de la Casa de las Américas editado en 1998 (el cual, sin embargo, no trae el texto del Pig).
como “Pequeño proyecto de una ciudad futura” y “El fotógrafo de Flores”, esto que hoy conocemos como el “Prólogo” de El último lector fue accesible por Internet en un par de revistas literaturosas entre el 2001 y el 2002.
el texto editado en 2001, 2004 y 2005 es exactamente el mismo: Piglia no le cambió una coma. sin embargo, la compilación de la Universidad de Pittsburgh trae una “Postdata” impresionante, que te estaré pasando en un par de días más.
[¿diré que la tal postdata se las trae? ¿que refuerza la procedencia borgesca (ya desde el titulo)? ¿que es un texto que podría funcionar solito?]
j)
sostengo, pues, que Piñeiro conoció este texto pigliesco mucho antes de la edición de El último lector y que lo leyó bien y lo usó todavía mejor.
osease: hay condiciones para sostener la precedencia de este texto de Piglia sobre el episodio de marras en Cuando Sara Chura despierte. además del hecho jubiloso de que el principio de producción de Sara Chura sea la reelaboración, la reescritura: una suerte de intertextualidad abigarrada, ponéle (lo que este changuito hace con Shakespeare, por ejemplo, es sensacional).
pero este proceder detectivesco es lo de menos.
a mí, en este momento del email, no me interesa mucho, o no me interesa nada ya.
(otra posibilidad es que el Piñas haya puenteado el factor Piglia, ¿no?).
hasta aquí el fiscal ha procedido a mostrar la evidencia.
hora es de pasar a las preguntas.
el asunto es la (breve) historia de los ecos de una metáfora. sería muy difícil establecer la relación que existe entre la Chura y Ercilla sin las mediaciones ya apuntadas. y en esa dificultad queda claro cómo y de qué juega una tradición, la tradición.
pero me intriga menos el uso y reelaboración del tema central que la respuesta que cada uno de los sucesivos autores que retomaron la posta viene a dar en su tiempo y con sus medios intrínsecos. puesto que cada texto ocurre en un tiempo y en el seno de una sociedad, tiene esa marca social por todo ello. y son esos textos y no otros.
¿por qué?
en Ercilla y Borges el principio de condensación al que apela la trama fantástica es de raigambre mágica. ocurre sin explicación (el método de la magia es la imposibilidad del método). la diferencia es que en Ercilla esa magia nace del delirio colonial europeo, su obsesiva avidez de maravillas, mientras que en Borges está tamizada por el misticismo judaico. en un sentido fuerte, Borges y Ercilla trabajan al interior de una misma episteme. ahora bien, de Borges a Piglia hay un gran salto. en Piglia, con esa su obsesión (muy arltiana) por la máquina, el principio de generación de la réplica es racional, se da como el resultado de un ensamblado de partes. maquinalmente. hay diseño, digamos (el escenario es un laboratorio). con el Piñas, la máquina aparece como fantasma, como intrusión execrada. aparece para ser negada y propiciar una vindicación de lo reprimido. en Sara Chura volvemos a la magia, a lo precolonial. es decir que damos un salto y somos transportados a un momento de la historia del espíritu anterior al de Ercilla.
¿qué obsesiones/preocupaciones esconde en su mero aparecer, en su persistente merodear, esta voluntad de condensar un espacio al límite de sus posibilidades?
y a la vez: ¿por qué nuestra imaginación acepta y acaso reclama ese (falso)afán de condensar un espacio, una geografía sentimental, sin que pierda detalle ni relieve?
¿no es acaso justamente eso, el apostar por esa causa perdida, lo que define la literatura?
Kafka, otro gran miniaturista, lo habría aprobado.
se lee en el multimentado “Prólogo” de Piglia: “El arte es una forma sintética del universo, un microcosmos que reproduce la especificidad del mundo”.
seguro. cómo no. puesto que a cada estado de la imaginación corresponde un estado de la técnica, y viceversa, las supersticiones de la época de Ercilla (sociales, artísticas, cosmológicas, etc) no pueden, como vimos, nunca ser las mismas de las de JLB, ni (ya en el Río de la Plata) las de JLB son las de Piglia, ni mucho menos las de Pig son las del autor de Sara Chura.
[he ahí una de las felicidades de tener en casa un Borges: sintetiza todo cuando circula y lo hace local. así todo es más fácil: de JLB se sale a Piglia casi de modo natural, tan natural como los dibujitos en las alas de las mariposas, según dijo el duro Hemingway del talento trágico de Scott Fitzgerald].
en suma, más allá de las anécdotas temáticas a las que las variaciones sucesivas de esta metáfora inaugurada por Ercilla se hallan circunscritas, estos textos invitan a preguntar qué hay detrás de esa voluntad protohamletiana de representación-de-Lo-Mismo-al interior-de-la-representación-de-Lo-Mismo.
y a la luz de esto me parece ver aquí el corazón de la Chura: crear un shelter from the storm para la ciudad amada. hacerle una copia impermeable a la erosión y al tiempo. una copia que la reproduzca sin disminución de escala. la ciudad que despierta en Sara Chura es pariente de la Alejandría de Durrell, del Berlin de Döblin, del Winesburg de Anderson. nada menos. no es hazaña menor.
el episodio de la maqueta de la ciega es a la vez una maqueta de la novela toda: todo lo que hace la novela de Piñeiro es “maquetear” esa La Paz dual, la visible y la secreta, por todos los medios a su alcance: siguiendo ese gesto exacerbado, fijáte que todos los personajes son avatares de otro, o de otra cosa, pero a escala, como prototipos, digamos: si hasta hay uno que actúa de muerto y todo.
cada actor de esa novela metaforiza un síntoma de la ciudad invisible, la que late bajo la otra, la efímera, la de cada día y todas las marchas de protesta.
¿y qué me dices del Falsoafán?
habrá que leer Cuando Sara Chura despierte como un elogio de la copia, ¿no te parece, querido Ferdydurke? (la copia en todo sentido: tanto el de plagiar un texto otro, como el de objeto que pasa por doble, réplica o maqueta de un original). y de paso, como quien no quiere la cosa, define la función del original: ser eso inaccesible que da lugar o hace posible la proliferación de maquetas. o sea, la literatura: sucedáneo, parchecito, consuelo, bálsamo genérico de esa totalidad imposible que las palabras tan sólo merodean.
yo
PS. hablando de copias. y sus diversas acepciones. ¿ya me conseguiste un ejemplar? TENGO que tener una copia de la Churita.
Bibliografía:
Piñeiro, Juan Pablo Cuando Sara Chura Despierte, OFAVIM, La Paz, 2003
Piglia, Ricardo El ultimo lector, Ed. Anagrama, Madrid, 2005.
Ercilla, Alonso, La araucana, 1569.
Borges, Jorge Luis El Aleph, Sur, B. Aires, 1949